dissabte, 31 de març del 2012

Mentir para gobernar y gobernar para mentir.

El 29 de marzo pasado la gente se manifestó contra el gobierno. El 30 de marzo el gobierno se manifestó contra la gente. Aquella lo hizo a través de una huelga general que todo el mundo (incluida la prensa extranjera) consideró un éxito, excepto los medios de la derecha que la calificaron de fracaso. El gobierno lo hizo a través de unos presupuestos aprobados en un consejo de ministros que todo el mundo considera injustos excepto los dichos medios de la derecha que los reputan justos y acertados.

Lo que más irritación ha causado y más ha llamado la atención de los presupuestos ha sido la amnistía fiscal a los defraudadores. No solamente porque es impresentable desde un punto de vista ético pues demuestra la complacencia del gobierno con los ricos hasta cuando delinquen, sino porque contradice lo que Rajoy había dicho unos meses atrás, esto es, que una amnistía fiscal era algo inadmisible. Es la comprobación de una mentira. Una mentira que se dijo con el objetivo de llegar al gobierno. Y no es la única. Lo primero que hizo el gobierno de la derecha al ganar las elecciones fue subir los impuestos, cosa que también dijo Rajoy que no se haría unos meses antes. Y esas son las más gruesas. Toda la acción de gobierno del PP hasta la fecha está trufada de mentiras que se dijeron antes de las elecciones para acceder al poder.

Lo interesante aquí no es saber qué explicación dará la derecha de sus mentiras puesto que no dará ninguna. La derecha asume de principio que su acción pública esté basada en la mentira. Su única preocupación es demostrar que tal es el caso de los demás, especialmente la izquierda, el PSOE. Hacer política es mentir, ya se sabe. En la izquierda, sin embargo, tal cosa no se acepta y eso es lo que exaspera a Esperanza Aguirre y por lo que está empeñada en esa curiosa cruzada de demostrar la falsedad de la idea de la superioridad moral del la izquierda. Tarea inútil. No lo conseguirá en tanto ella admita (y lo practique; basta con recordar el tamayazo) que la acción política está basada en la mentira. No es el caso de la izquierda que, efectivamente, tiene una superioridad moral, la que va de la verdad a la mentira.

Lo interesante es, supongo, escuchar qué razones aducen los "analistas", los tertulianos de la derecha para demostrar qué justo y benéfico es amnistiar a los defraudadores cuatro meses después de haber sostenido que amnistiar defraudadores es algo que sólo puede concebir el más lerdo, corrupto y radical de los socialismos. De toda formas es tarea ociosa. La derecha parte de la idea de que le corresponde el gobierno de la España católica y reaccionaria eterna por derecho divino y para acceder a él, se puede y hasta se debe mentir, pues el fin justifica los medios. En cuanto a los tertulianos dirán lo que haya que decir para cobrar. Ya puede el personal escandalizarse. A los mentirosos les da igual pues han conseguido lo que querían: el poder.

Con el poder las mentiras se convierten en verdades. ¿Para qué se mentía? Para llegar al gobierno. ¿Para qué se quería llegar al gobierno? Para seguir mintiendo. En cuanto se instaló en La Moncloa, Rajoy explicó que sus reformas y recortes eran para detener la sangría de la pérdida de empleo en un primer momento y revertir la tendencia posteriormente. Lo que se ha producido y eso era evidente desde el principio ha sido una aceleración del desempleo. Esta indiferencia de la derecha frente a la mentira le es inherente. Todos recuerdan cómo Rajoy afeaba a Zapatero haber roto el pacto antiterrorista. Pocos que, cuando Zapatero lo propuso (pues la idea fue suya), el mismo Rajoy, ministro entonces del interior, dijo que era un "conejo que se sacaba Zapatero de la chistera"; unos días antes de copiarle la idea. Lo mismo con la amnistía fiscal, una "ocurrencia" de Zapatero hasta que él se la ha plagiado.

El uso del gobierno para mentir a la ciudadanía es lo habitual en la derecha. El ejemplo paradigmático son los tres días posteriores al 11-M cuando el gobierno del PP se empeñó en engañar al mundo entero atribuyendo el atentado a ETA. Nada de extraño, pues, que se haya empleado a fondo en la calificación de la huelga general del 29 de marzo. Tanto el gobierno como sus muchos medios hablan de derrota de los sindicatos siendo así que todos han visto que la jornada de huelga general fue un éxito. Ahora la pregunta es: si el gobierno miente al dar cuenta de algo que es público y notorio y han contemplado los ciudadanos, ¿que no hará cuando la atención pública no se concentre en él?

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público.).