dilluns, 29 de desembre del 2014

Del mito al logos


No sé cómo se me ha pasado esta estupenda exposición de Caixa-Forum en Madrid. La he cogido en sus últimos días, pues cierra el cinco de enero próximo. Se titula Mediterráneo. Del mito a la razón y su tema es el que anuncia en una réplica casi exacta del título del famoso libro de Wilhelm Nesle, publicado en 1940, Del mito al logos, y con un contenido también en todo similar: la "autoexpansión" (Selbstenfaltung) del pensamiento griego desde Homero hasta la sofística y Sócrates", según el subtítulo de dicho libro. Esto es, el paso de una explicación mitológica del mundo y del ser humano como parte de él a otra racionalista, lógica, del siglo VI al IV a.d.C. y en el Mediterráneo. Lo hace mediante la exposición de 165 piezas entre estatuas, estatuillas, cerámicas de todo tipo, relieves, urnas funerarias, joyas, frescos, bustos romanos y griegos (clásicos y helenísticos) que dan fe de las ideas, costumbres y creencias de los habitantes del Mediterráneo en aquellos siglos, tanto de la península griega como de la Magna Grecia. Casi podría decirse que la exposición viene a ser como las ilustraciones que faltan en el libro de Nesle cuyo contenido es similar si bien ordenado no por temas sino por autores, filósofos, historiadores, dramaturgos, poetas. En todo caso, una exposición espléndida, muy bien ordenada, muy bien explicada (quizá con excesiva prolijidad) por el comisario Pedro Azara.
 
Del mito a la razón, al logos. La evolución, el salto, es nítido y nos es fácilmente comprensible porque responde al espíritu que hemos llamado luego de la Ilustración y nos lo hemos encontrado ya varias veces en la historia: del mundo teológico medieval al humanista del Renacimiento; del geocéntrico al heliocéntrico con la revolución copernicana; de la superstición a las luces con la Ilustración allí en donde se haya dado. Es imagen cercana y fácil de entender pues tiene una vertiente ontogenética en la experiencia de cada cual: de la infancia a la madurez. El individuo proyecta luego sobre el grupo su experiencia y habla de la infancia de los pueblos, repleta de encantamientos, prodigios y fantasías como está el  mundo de los niños. La infancia de los griegos es mitológica y el paso decisivo hacia la  comprensión racional del mundo se da con la filosofia jonia, igual que los niños abandonan la infancia cuando dejan atrás la creencia en las hadas y los reyes magos.
 
Una concepción mecanicista ve la victoria de la razón sobre el mito como absoluta y excluyente pero no puede negar que el mundo mitológico sigue habitando a lo largo de la historia de la civilización. Aunque los mitos hayan perdido su pretendida función cognitiva (y no cabe olvidar que hay otras teorías sobre la función del mito en la cultura) cumplen otras de carácter ejemplificador, ilustrativo, orientador en definitiva, sin las cuales la historia intelectual de Occidente sería muy distinta. Sin la figura de Prometeo (de quien hay un par de representaciones en la exposición) , algunos movimimientos literarios y artísticos, como el romanticismo, tendrían otro carácter. La mitología sigue presente en el logos igual que el niño sigue presente en el adulto.
 
La exposición está ordenada en varias secciones y es imposible hacer justicia a todas las manifestaciones, algunas complicadas, por ejemplo, en el comienzo, se presenta el mito del rapto de Europa con un fresco de una casa pompeyana, cedido por el Museo Nacional de Nápoles. Hay otros frescos y hasta mosaicos pompeyanos que no sé si serán originales, porque vienen sin mucha protección. Del rapto de Europa, como referencia al ámbito en el que estamos, la exposición presenta el Mediterráneo en sucesivas referencias a tres héroes y su vida errabunda: Hércules, Ulises y Jasón. Es como si la historia arrancara no tanto con los dioses como con los héroes, alguno de ellos semidiós, como Hércules. Personalmente prefiero a Teseo, aquí escasamente representado, porque encuentro fascinante la figura del Minotauro; pero la verdad es que Hércules ha echado más hondas raíces en las representaciones occidentales: es el prototipo del héroe al que se rinde culto; su tremenda elección entre el vicio y la virtud acongoja a los seres humanos; su locura pasajera nos lo hace simpático; su doce trabajos están presentes en los intercambios cotidianos. Es extraño que todvía nadie haya hablado de la necesidad de un Hércules que limpie los establos del Rey Augías de la corrupción. El hijo de Zeus y Alcmena tiene una relación especial con España porque dos de sus trabajos los ventiló aquí, el del jardín de las Hespérides (que, según leyenda, estaba en Tartessos) y la muerte del Rey Gerión. Así que Hércules es como de la casa. Zurbarán decoró el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro para Felipe IV con diez de los trabajos hercúleos, seguramente para animar el espíriu de un rey poco dado a batallar.
 
En el resto de la exposición, el espectador tiene material suficiente de admiración para sus particulares inclinaciones en este mundo que empezaba a explicarse a sí mismo racionalmente pero seguía creyendo que las esfinges poseían secretos en cuya revelación los hombres arriesgaban su vida o decoraba las urnas con relieves alusivos a la Odisea, representando a las sirenas con cuerpo de mujer y patas de ave. La relación de este mundo con las mujeres era problemática y, al entrar en los espacios en que se expone la organización política y jurídica de los griegos, básicamente atenienses, se nos advierte de que eran invisibles en la polis. En sentido literal, pues, casadas, quedaban recluidas en el gineceo, acompañadas de los niños hasta los siete años. Los esclavos y los metecos eran políticamente invisibles pero físicamente visibles, cuando menos. Las mujeres, ni eso. Allí, en presencia de un muy conocido busto de Sócrates y otro de Platón y cerca de un mosaico pompeyano de la academia platónica, se nos explica el carácter de un simposio como el banquete y héteme aquí que las mujeres reaparecen; pero como hetairas.
 
Conmueve ver la estela con la ley en contra de la abolición de la democracia, poco antes de que la conquista macedonia la erradicara para siempre. Como consolación, otra parte nos hace visualizar el descubrimiento del alma humana, término al que llega el nous de los eleáticos y de Anaxágoras. Y la representación acude al mito de Eros y Psiche, precedido por una estatua de Afrodita con los dos representados como niños, y muy extraña, teniendo en cuenta que es ella quien envía a Eros a vengarse de Psiche.
 
Se termina la exposición con una referencia a los nuevos dioses que se expandieron en el bajo imperio romano porque los romanos, como pueblo politeísta y civilizado, no solo eran tolerantes con los cultos extraños sino que los incorporaban cuando les gustaban. Hay un Hermes portando un cordero que se quiere precedente de Cristo y, sobre todo, hay un Mitra estupendo, una representación del dios solar importado del Oriente y que se expandió mucho entre las legiones. Habida cuenta de que es un Mitra tauróctono, esto es, que sacrifica un toro, también me extraña que los defensores de las corridas a las que consideran, al parecer, patrimonio cultural español, no reclamen la protección de este dios, en lugar de remontarse vergonzantemente al culto minoico y las fiestas taurinas cretenses, que eran una depravación y acabaron con aquel horrible y nefando acto de Pasifae contra natura del que salió, precisamente, el Minotauro. Además, uno de los trabajos del primo Hércules fue acabar con el toro de Creta. Es mucho mejor enganchar con Mitra, oriental y bárbaro, pero expeditivo.