dimecres, 16 de novembre del 2016

Una nación imaginaria

No arriendo la ganancia al gobierno. Si no fue capaz de ver la que estaba organizando cuando desgobernaba con mayoría absoluta, menos podrá ahora poner remedio. No entiende el país que gobierna y, además, no tiene fuerza para imponer su falta de entendimiento, como antes. Se ha quedado solo, con el grumete de C's, señoreando una "gran nación española" que solo existe en los aburridos alegatos de Rajoy. En el país, esa "nación española", grande o chica, está en pugna con otras que le niegan el ser.

Los dos partidos de la izquierda, PSOE y Podemos, acusan sobremanera la mordida de la cuestión nacional. El PSOE se ha partido por eso. El golpe de mano de Vendimiario se hizo por la sospecha de que Sánchez estuviera negociando algo con los indepes catalanes. Luego se ha coronado la cuestión montando una crisis con el PSC que tiene un origen obviamente nacional. Justo en el momento en que Felipe González desembarca de nuevo, como Arturo retornando de Avalon, para amparar y aupar la protocandidtaura de Lady Macbeth del Sur, se llega a una tregua con los díscolos socialistas catalanes que se obstinan en ir por libre, aunque luego hagan acto de ardorosa fe española. Como Iceta, para quien "nación no quiere decir ni Estado ni soberanía". He aquí otro concepto de "nación", imposible saber si grande o pequeña porque es etérea, incorpórea, sin conciencia de sí misma. Es una nación apendicular. Al menos en comparación con la gran nación "hispano-andalusí" que prepara el tándem Díaz-González con las bendiciones del cruzado Rubalcaba.

La cuestión nacional muerde en Podemos con mucha mayor fuerza. La decisión de Teresa Rodríguez de proclamar unilateralmente a Podemos Andalucía autónoma respecto al Podemos "nacional" pone al descubierto una realidad más o menos oculta: un Podemos que es un conglomerado de partidos nacionales no nacionalistas o no independentistas. A esa realidad se ha sumado Rodríguez proclamando el carácter de "nacionalidad histórica" de Al-Ándalus. Un conglomerado, mosaico, batiburrillo, laberinto, conjunto, concierto (cada cual lo calificará como le guste) articulado en torno al eje nacional. Y el principal problema de los partidos nacionales que lo integran es cómo ser "nacional" sin ser nacionalista y, en último término, independentista. Ese es el factor de inestabilidad de una organización que refleja en su estructura la realidad de un territorio "plurinacional" en el que dice creer. Y es problemático si de ese conglomerado sale una idea de nación española inteligible que no sea reducirla a la nación castellana. Es todo muy real a la par que imaginario.

En la derecha, la tensión nacional/nacionalista se resuelve a su modo. En dos de las naciones históricas, (Cataluña y País Vasco) su existencia es precaria. En la tercera, en cambio, Galicia, es hegemónica, pero no con hegemonía nacional gallega, sino española. Galicia es así un ejemplo de cómo se articulan las tensiones que otros llaman "nacionales" con la fe en la nación española, única e indivisible. Más o menos por la vía del caciquismo. Los distintos territorios se adaptan a la definición de Joaquín Costa del gobierno de España, como "oligarquía y caciquismo". En la parte que toca de más nacional-español al PSOE, a los caciques los llaman "barones". Pero la idea es la misma: prohombres con poder local. El poder solía venir de la fortuna personal pero, con el sistema de financiación pública de los partidos, ahora viene de la gestión de esos caudales del común

C's es, en realidad, un producto del nacionalismo catalán o, mejor dicho, de la lucha contra el nacionalismo catalán. Es su sola justificación. Pero fuera de Cataluña no tiene tirón. Sin duda los de C's fabulan su propia nación española como una comunidad liberal, abierta, libre de corrupción. Una nación tan inexistente como las otras y más difícil de predicar porque contradice la experiencia directa, cotidiana, de la gente.

Definitivamente, no arriendo la ganancia al gobierno y tampoco a la oposición. Esta no parece ponerse de acuerdo más que a la contra, para rechazar iniciativas pasadas o presentes de aquel. Su función es no dejar gobernar pero, al mismo tiempo, debería ser capaz de hacerlo ella. Sin embargo eso es imposible porque solo se pone de acuerdo a la contra. Excepción hecha de la cuestión catalana en donde parte de la oposición se pasa al lado del gobierno. 

Incidentalmente: la crisis del PSOE se complica. Uno de los posibles candidatos a SG de más peso ha desaparecido. Un juez ha procesado a Borrell imputándole un presunto delito societario. Justo el mismo día en que el interesado denuncia que le han timado no sé cuántos miles de euros en uno de esos tocomochos de la red. Realmente es toda una peripecia. Pero, en suma, estrecha el abanico de opciones del PSOE de momento a tres: Díaz, López y Sánchez.