dimecres, 22 de novembre del 2017

Qué más hay en Bruselas

Muchísimas cosas, por supuesto. Quienes vayan a la manifestación del 6/7 de diciembre próximo a favor de los presos políticos, disfrutarán de esta bella ciudad. Por mi parte, tras trotar por el museo de Magritte el primer día, dediqué la mañana del martes, antes de coger el avión, a visitar los otros dos museos contiguos al del debelador de la pipa, el de pintura clásica (siglos XV más o menos al XIX) y el Fin de siècle, eso que las gentes cosmopolitas llaman un must y que, lógicamente, estaba vacío. Magritte se come todos los móviles y las selfies. Hasta un servidor se hizo una foto con una reproducción dele pintor y un su amigo y señora en una especie de 600 descapotable, piloto y copiloto con sendos bombines, idénticos a los de Dupont y Dumont. Seguramente sus beneficios mantienen todo el complejo.

El clásico no es muy allá. Corresponde a una época de relativa oscuridad flamenca. Nada comparado con lo que hay en varias ciudades holandesas. Aun así, se encuentran obras de Quentin Matsys, Rubens, hasta un Ribera, varios Teniers y Breughels, así como algún Bosco. Completarían muy bien las colecciones del Prado. Algunos son verdaderas genialidades. La caída de Ícaro, de Breughel, por ejemplo, del cual hay otra versión en algún otro lugar. Debe de ser una de las obras más irreverentes que conozco. Irreverencia frente a la moral de las historias, de todas las historias. Hay que buscar con atención al infeliz hijo de Dédalo y, al final lo encontramos ya medio hundido en las aguas del Mediterráno en el extremo inferior derecho. Nada de trayectoria descendente ni aspavientos en el aire. Un chapuzón y adiós. Un hecho fortuito, sin trascendencia alguna. En verdad, el cuadro es un paisaje, como si dijéramos una instantánea panorámica que accidentalmente registrara la caída de un símbolo eterno: las desatentadas aspiraciones de la corta edad. El resto de los personajes de la escena ignora el drama. El pescador (si lo es) más próximo a Ícaro, no lo ve, pues está pendiente de su pesca. El pastor con el rebaño mira las musarañas en dirección contraria y el agricultor, va atento al surco y no percibe nada. El barco ha pasado de largo y nadie se asoma al costado o a las amuras. Y, lo más grave, el sol está poniéndose o emergiendo. O Ícaro se tomó un tiempo para caer o el sol, quizá avergonzado de lo que había hecho, corrió a esconderse. No es seguro que este cuadro fuera de la mano de Breughel pero sí que la composición es suya.

Mucho mas interesante el museo llamado de fin de siglo. Bélgica era ya un Estado independiente y tiene una pintura y unos pintores de altísima calidad, que han influido mucho no solo a Magritte, sino a otros creadores del siglo XX y han impulsado el surrealismo por un lado y el modernismo por otro. Modernismo hay mucho en el Quay d'Orsay, pero me atrevo a decir que la chispa inicial está en Bruselas. La pintura es simbolista, nombre que permite agrupar a gente en el fondo muy diversa como Mellery, Khnopff, Ensor o Spilliaert porque comparten un elemento muy difícil de definir y solo puede hacerse por aproximación, un elemento inquietante, eso que los alemanes llaman Unheimlich sin que ellos mismos se pongan de acuerdo sobre el significado. Khnopff estudió con Mellery (que también era escultor), el del el arte une el cielo y la tierra y se llevaba mal con Ensor, quizá porque este tenía un sentido más truculento de la existencia y bastante mordaz. Con Spilliaert siempre será imposible llevarse personalmente bien ni mal porque su pintura es tan espectral como su misma persona.

¿Resulta muy arriesgado, absurdo incluso, relacionar el simbolismo belga con la aparición casi por arte de magia de una nación belga "estatalizada" a partir de 1831? Un plat pays, que cantaba hace unos años Jacques Brel, avec des cathédrales pour uniques montaignes. En realidad, la Unheimlichkeit como herencia cultural nacional que, por cierto, he visto que se dice prácticamente igual en flamenco.

Confieso una debilidad fortísima (si se me permite la contradicción) por Khnopff. Habría visitado el museo aunque solo estuviera él. La imagen con que desvergonzadamente he sustituido la oficial del Museo Fin de Siglo, es la famosa y provocativa Caricias (de 1896). La tengo en mi perfil de Tuiter, así que no me lo invento. Es un tema favorito en la pintura, una interpretación de Edipo y la Esfinge.
Ahí probaron su mano Ingres, Moreau, Rosetti, Redon, von Stuck al que muchos responsabilizan de la versión de Khnopff. Puede ser. La afición simbolista por la leyenda del enigma enlaza con la tendencia al cultivo de la ambigüedad que nace con el romaticismo y el tratamiento del incesto. La esfinge en el cuadro de Khnopff es su hermana, que fue su modelo en gran parte de su obra.

Imagino que puede haber dudas al respecto. Bien, cabe echar una ojeada a este otro cuadro de Khnopff de 1891, titulado "Me cierro la puerta a mí mismo" que se conserva en la Gemälde Gallerie de Berlín, y empezar a preguntarse qué quiere decir el autor. 

El resto del museo también está bien. Es agradable ver un pensador de Rodin en tamaño pequeño, que el natural impresiona mucho y muy grato encontrar uno de sus burgueses de Calais. Cómo no iba a tener Bruselas una estatua al símbolo mismo de sus libertades cívicas.