dilluns, 15 de gener del 2018

Los "descabezados", en cabeza

El encarcelamiento de los Jordis primero y medio Govern después vino precedido de una profecía cínica del gobierno: habrá algo de jaleo callejero una o dos semanas y, luego, vuelta a la normalidad. Como en el País Vasco. Vuelta a la normalidad en Cataluña es lo que anhelan las almas de bien, como Cebrián, que lo ansía fervientemente, pero duda de que sea posible, dado que todo el mundo se obstina en no hacerle caso. Normalidad no ha habido ni un solo día en Cataluña ni en España después del golpe unilateral del B155. Ni la habrá. No dos semanas sino tres meses han pasado desde el encarcelamiento de los Jordis y la presión de la calle ha ido en aumento. Hasta tal punto que se sentiría uno inclinado a dar la razón a los jueces en su inaceptable argumento de que no se puede poner en libertad a estos presos politicos por el gran apoyo social de que gozan.

Es que, evidentemente, no es así. Los dirigentes lo son de un movimiento que no depende de ellos, cosa que el Tribunal no parece comprender, sino de una convicción y voluntad sociales compartidas que impulsan a la acción colectiva. No hay retorno a la normalidad en circunstancias excepcionales. Sostenerlo es puro fariseísmo. Habrá que seguir reprimiendo (eso sí, con mucha "normalidad") y mandando gente a la cárcel. Cada vez más gente; en las manifestaciones, en los ayuntamientos, por doquiera. 

Según parece, los jueces han decidido reemplazar al poder político y resolver ellos a su manera la cuestión del independentismo catalán. Eso se veía venir. Siempre que la derecha gobierna hay bronca y aquella echa mano de una instancia estatal, supuestamente al servicio de todos, para sus fines partidistas. Mientras pudo, lo hizo con el ejército; ahora, con los jueces. Tienen estos de ventaja, además que, siendo del Supremo, son última instancia, a reserva de lo que se dilucide en la jurisdiccción constitucional, hoy sometida al 155.  Y si esa última instancia, en actividad de "justicia política nacional" allana el camino para poder prohibir partidos políticos por su ideología contraria al régimen por el motivo que sea, ya no quedará nada del Estado de derecho.

Esa es la "normalidad" del B155. La perpetuación de la dictadura en Cataluña. Algo inviable.