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divendres, 15 de desembre del 2017

La antipolítica del 155

Bombardeo de encuestas y portadas de periódicos; declaraciones belicosas de ministras in partibus infidelium; escraches al carrer al presidente del gobierno; horas y horas de debates y tertulias; las redes, saturadas; los tribunales se afanan mezclando lo político con lo jurídico según el dios de Trento les da a entender; los jueces ahuecan la toga machista; los políticos amontonan promesas sin cuidarse de si podrán cumplirlas; los medios han entrado en batalla; la Iglesia ha sacado el anatema; el Rey vigila, aunque no discursee. Las elecciones catalanas se han comido la política española. En realidad, no hay política española.

Hay el 155, que es la antipolítica. 

La idea es que el 21D nos jugamos mucho; todo. Y cuando nos lo jugamos todo, todo vale. Hasta llamar elecciones a una competición injusta, claramente sesgada contra algunas de las partes. Una contienda desigual en la que los partidos unionistas tienen plena libertad de expresión y acción y los partidos indepes carecen de ellas por cuanto sus principales candidatos están en prisión o en el exilio. El bloque español tiene el apoyo del gobierno central (que ahora también es gobierno en Cataluña) que en parte lo ejerce a través de la Junta Electoral Central, órgano en el que no hay un solo catalán. La JEC interfiere en la campaña electoral siempre mermando las posibilidades del bloque independentista. Añádase el activismo judicial, que condiciona el proceso.

Los medios sostienen que se apunta a una posible victoria del frente unionista o constitucionalista, como lo llama El PaísAl menos en votos, si no en escaños. La imagen que se dibuja: un empate en que ninguna de las dos partes suma mayoría absoluta y la clave estaría en los Comunes. Esto es posible, desde luego, como cualquier otra hipótesis, a seis días de las elecciones. 

Una de ellas, y probable, es una mayoría parlamentaria de los indepes. Esa es la hipótesis que los unionistas se niegan a considerar pues de antemano avisan de que el 155 seguirá en vigor. Sin embargo, si se examina la situación más sensatamente, se ve que es la hipótesis más razonable. Más que nada, porque no hay otra. Obviamente, si nadie cuenta con una victoria por mayoría absoluta del bloque unionista, solo se ofrece la prórroga sine die del 155, cosa de la que ya ha avisado Rajoy. Pero esa tampoco es una alternativa, salvo que se quiera dar razón a Agamben (que seguramente jamás pensó llegar a tenerla de modo tan drástico) convirtiendo el estado de excepción en la situación de normalidad. 

Resulta así que un gobierno de mayoría independentista, que ha demostrado hasta la fecha capacidad para gobernar y aplicar su mandato aun con la hostilidad del Estado es la opción más razonable para iniciar una gobernación con una negociación con ese Estado. La Generalitat republicana es un gobierno de fiar porque, hasta cierto punto, lo ha sido de un Estado. Cataluña es de hecho un Estado capaz de autogobernarse. La forma concreta que esta situación tenga dependerá del resultado de estas elecciones, tanto más valioso cuanto mayores y más injustos han sido los handicaps impuestos a los independentistas.

dijous, 14 de desembre del 2017

Mañana, Palinuro en Canet de Mar

Organizado por Ómnium cultural, cuyo presidente, así como el de la ANC, está injustamente en prisión,  con la colaboración del Ágora de Canet, tendremos una xerrada mañana sobre el tema del título. Define este el carácter del momento catalán a partir del próximo 21D y según quién gane. 

Si gana el bloque franquista del 155 (PP, PSOE y C's en union sacrée) se restablecerá el dominio de la oligarquía española en Cataluña, el régimen centralizador y colonial y se tratará de aniquilar no solamente el soberanismo catalán, sino su cultura, sus instituciones, su lengua. Es la reaccion nacional española anhelada por unas derechas y unas izquierdas que, por fin, han encontrado un punto de fusión en la herencia de la España de Franco, que ambos aceptan sin cuestionarla. Por eso son la reacción.

Por el contrario, si el 21D gana el independentismo, como es muy probable, la República Catalana, declarada el pasado 27 de octubre en sede parlamentaria, se implementará mediante un gobierno independentista que se ha ganado el derecho a la investidura por haber demostrado sin duda alguna, una entrega a la causa independentista sin fisuras y un ánimo unitario de acción que le garantizará el éxito. Esa probabilidad, casi certeza, tiene a los franquistas del 155 de los nervios porque, entre otras cosas, con Europa vigilando, no podrán recurrir al vandalismo y a la vilencia que los caracteriza y tendrán que contentarse con las trampas, la censura, los engaños que, por supuesto, no serán suficientes.

La implementación de la República Catalana a partir del 22 de diciembre  será un paso más y definitivo en la nueva forma de revolución popular pacífica, democrática, transversal, abierta, un ejemplo para Europa y el mundo entero. Un ejemplo increíble como el que se dio el día 7 de diciembre en Bruselas. De eso hablaremos mañana.

Entre tanto, la parte de la reacción, la parte de España, también se verá obligada a sacarse a sí misma del atolladero en que se encuentra por su falta de capacidad política, su corrupción, su comporamiento delictivo y su ignorancia, que la ha llevado a jugárselo todo sin saber en dónde se ha metido. Pero de eso también hablaremos mañana, en la Cúpula de comediants en Canet de Mar a las 20.00.

dimecres, 13 de desembre del 2017

Claro: vuelta a la ley de verdad

El propósito de los separatistas, que El País reputa detestable y por eso usa el verbo "planear", que siempre suena sospechoso, parece, con todos los respetos, bastante razonable. Habiendo dicho los tales separatistas repetidamente que no aceptan sus destituciones, persecuciones, encarcelamientos, etc., carecería de sentido resignarse a ellas e iniciar una nueva etapa de sumisión o acatamiento que dirían los jueces. ¿Qué otra cosa haría el propio El País de encontrarse en la situación del Govern por más que el supuesto resulte muy inverosímil? Él y cualquier otro. Te prohíben hacer algo, pleiteas (en este caso, vas a unas elecciones), ganas, y sigues haciendo lo que estabas haciendo. ¿Qué, si no?

Además, la vuelta a la situación anterior tendrá efectos en muchos ámbitos, no solo en el terreno declarativo, normativo, público, sino también en las relaciones privadas de mucha gente. El movimiento independentista tiene bastante de esto, de imbricación entre las instituciones y la sociedad civil, entre lo público y lo privado. Por ejemplo, servirá, sin duda, para levantar ese injusto embargo a la vivienda del expresidente Mas y, con un poco de empeño dejar sin efecto las multas, medidas confiscatorias y agresión a los patrimonios personales o familiares a que tan aficionado es el gobierno. 

Volver al régimen anterior al 155 es volver a la seguridad jurídica de la ciudadanía frente a la arbitrariedad de la norma de excepción. ¿Que la orientación política de ese régimen de derecho no gusta a las autoridades españolas? Deberán plantear el asunto en el terreno de la negociación política, no en el de la persecución penal de los ciudadanos y menos tratando de arruinarlos.

Par dessus le marché, piénsese la autoridad con que el gobierno de la Gürtel impone esas medidas represivas de carácter económico. Mas y sus colaboradores han de responder con su patrimonio por los actos conducentes a los hechos que se reprochan, la consulta, el referéndum, la independencia. Pero los gobernantes del PP que han cometido delitos ya juzgados o siendo juzgados por los tribunales no son objeto de medidas confiscatorias como los indepes catalanes y el daño que han hecho ha sido muy superior. El tribunal que ha dictado el embargo de la vivienda de Mas, el Tribunal de Cuentas, en el que se sientan incluso exministros del PP, es un órgano desprestigiado en todos los órdenes de la acción institucional, desde la forma de proveer a la ocupación de cargos y puestos hasta la forma de proceder y la parcialidad de sus decisiones. 

De aquí al 21D vamos a ver de todo porque cunde la conviccción de que, aun siendo unas elecciones sin igualdad de oportunidades, sesgadas en todos los aspectos de la campaña y los derechos de los candidatos, darán un triunfo del independentismo. La resistencia de este ante la represión del Estado, que sigue planteándolo como un problema de orden público, siendo constitucional, procede de su carácter colectivo, social, movilizado en redes muy activas, interclasista, transversal. Algo que no es posible aniquilar con medidas policiales, judiciales y carcelarias.

La dictadura del 155

Mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado El dia després, versa sobre uno de los dos asuntos que más nos importan ahora: el primero es si, de aquí al 21 de diciembre, puede seguir la campaña de estas elecciones ilegales, ilegítimas e impuestas sin que el bloque franquista del 155 (PP, PSOE, C's) recurra a más trampas y/o provocaciones, sin que aumente la represión, sin que incite más a la violencia, sin que la haya y sin que caigan en la tentación de alterar las regla del juego prohibiendo, por ejemplo, algún partido independentista o todos ellos. Es capaz. Sabe que tiene las elecciones perdidas y carece de escrúpulos. Puede hacer cualquier cosa. Por eso hay que estar muy vigilantes y no caer en sus provocaciones ni darle pie a alguna de sus maniobras.

El otro asunto es si el bloque franquista respetará el resultado de las elecciones si, como, todo hace suponer, ganan los independentistas. Es un asunto del día siguiente. El PP y el PSOE ya han dicho que no, que no lo respetarán porque, si gana el independentismo, seguirán aplicando la dictadura "constitucional" del 155. C's no hace falta que diga nada: tampoco lo respetará. En cuanto a Podemos, de quien no se sabe aun si respetará o no (que ambas posibilidades tiene), es irrelevante lo que diga porque, gracias a la incompetencia mental de sus dirigentes, no pinta nada en Cataluña ni en España. La cuestión es si el bloque franquista puede mantener su negativa a aceptar los resultados de las elecciones ante la presión de la UE. Y ahí se juega esta partida.

La versión castellana:

El día después

La dictadura del 155, sostenida en el triunvirato de Rajoy, Sánchez y Rivera sabe que va a perder las elecciones del 21D. Por eso han lanzado a sus medios de comunicación a fabricar sondeos y encuestas que den resultados distintos, en la vana esperanza de alterarlos. Todos los medios de comunicación que marcan el paso unionista tratan de salvar los muebles del PP, transfiriendo sus votos a C ‘s por si consiguen que la gente vea en la formación naranja algo distinto de la vieja oligarquía nacionalcatólica y franquista que lleva años saqueando el país. Los medios del grupo Prisa son los más decididos defensores de este trasvase de votos de la derecha a la derecha para contener en algo el avance del independentismo y su inevitable victoria el 21/.

Las manipulaciones de los sondeos y encuestas para vender liderazgos ridículos como si respondieran a necesidades reales de la población están a la orden día. Corren parejas con las condiciones claramente abusivas, injustas, dictatoriales en que estas elecciones están celebrándose. Son unos comicios ilegales e injustos, impuestos a la fuerza por la derecha españolista del 155 y organizados como un ejemplo evidente de juego sucio que nada tiene que ver con la democracia. La desproporción entre las posibilidades y medios (incluidos los ilegales a los que recurren igualmente) de los candidatos de la derecha española (PP, PSOE, C’s y la abstención favorable de Podemos) y de los indepes catalanes es abrumadora. La Junta Electoral Central convertida en agencia de transmisión del gobierno, se encarga de los golpes bajos, de reprimir la libertad de expresión de una de las opciones, de coartar los derechos de sus candidaturas. Y los jueces y tribunales. Y la policía y la Guardia Civil, y los medios de comunicación: todos incorporados a una campaña electoral abusiva y tramposa que, probablemente, también estará financiada con los fondos ilegales de la corrupción que, al parecer, manejan con igual soltura el PP y el PSOE.

Frente a ellos unas candidaturas sin medios ni recursos, hostigadas y perseguidas, sometidas a amenaza permanente de ilegalización, con sus candidatos y dirigentes en prisión o en el exilio y que, sin embargo, van a ganar porque cuentan con algo que la derecha española no tiene: el apoyo de la mayoría de la gente catalana, la voluntad de un pueblo de conquistar su libertad por sí solo, que ya ha demostrado en sucesivas ocasiones, hitos en el proceso de emancipación nacional: el referéndum del 1º de octubre, la huelga general del 3, la declaración de independencia del 27, la manifestación de Bruselas del 7 de diciembre y, próximamente, el 21 de diciembre, del que saldrá un mandato expreso para implementar la República catalana.

Por la voluntad de la gente, no de las maniobras de los partidos, las conjuras de los políticos, las presiones de las empresas, los maleficios de la iglesia, las provocaciones de los fascistas o las mentiras de los esbirros en los medios. La voluntad de la gente catalana que se ha puesto en marcha y forma una unidad con unos dirigentes que han entendido el mensaje.

Por eso, el franquismo del bloque del 155 ya anuncia a las claras que no aceptará el resultado de las elecciones si no le place. Que seguirá aplicando la medida ilegal de excepción con la que tiene a Catalunya intervenida, ocupada y expoliada. Incógnita despejada.

¿Y Catalunya? ¿Puede aceptar que la derecha española no acepte el resultado? ¿Y la UE? ¿Puede esta también aceptar una no aceptación de parte de la dictadura española? Es evidente que no; en ningún caso.

Si el régimen español no acata el resultado de las urnas (ese régimen cuyos jueces, convertidos en inquisidores, exige acatamiento de sus inicuas normas a los presos políticos), se intensificará la rebeldía social catalana y se generalizará la desobediencia civil e institucional. Recuérdese, cuando se planeó encarcelar al govern y sus máximos dirigentes, los más franquistas del gobierno y la oposición española argumentaban que la represión no provocaría respuesta social. Todo lo más, un par de semanas de alguna agitación y se volvería a la normalidad, como había pasado en el País Vasco con el encarcelamiento de Otegi. Vamos para los dos meses de prisión de los indepes catalanes y la movilización social de protesta no solo no ha amainado, sino que se ha fortalecido y se ha internacionalizado. La manifestación de Bruselas del 7 de diciembre mostró a los ojos del mundo la verdadera naturaleza de un problema: un estado autoritario, antidemocrático, regido por presuntos delincuentes trata de extirpar por la violencia, a sangre y porrazos un amplio movimiento democrático y pacífico de reivindicación nacional de una minoría nacional maltratada.

Y lo mismo pasará con la UE, que tampoco podrá aceptar que el bloque franquista del 155 no acepte el resultado electoral.

Lo importante, en consecuencia, será el día 22, cuando definitivamente se verá si Cataluña consolida libre e independientemente su República o el Estado español abandona toda pretensión democrática y se declara en la forma lo que ya es el fondo una dictadura.

dimarts, 12 de desembre del 2017

Este es el verdadero sondeo

Es el verdadero porque acierta el resultado al 100 por cien sin necesidad de muestreos, universos, rutas, márgenes de error y otras minucias. Acierta al 100 por cien el resultado porque lo impone por la fuerza. Así lo anuncia el presidente  del gobierno y presidente de un partido casi extraparlamentario en Cataluña con exquisito tacto en campaña electoral.

En teoría, cuando se convocan unas elecciones se asume que sus resultados pueden ser distintos, no uno único. Sin embargo, según se deduce de la última amenaza del presidente, sea cual sea el resultado de las elecciones, será siempre el mismo: 155. Si gana el bloque unionista, constitucionalista, españolista o del 155, este seguirá en vigor por libre decisión del gobierno unionista de la Generalitat. Si gana el bloque independentista, y pretende implementar su mandato, el 155 también seguirá en vigor para impedírselo.

Entonces, ¿para qué convocar elecciones? Los indepes lo preguntan siempre: ¿van ustedes a respetar el resultado del 21D? La respuesta es inequívoca: no. No la derecha y no el PSOE. Podemos va a lo suyo cuando se aclare sobre qué es. Aunque, al menos, ha recurrido al Constitucional la aplicación del 155, si bien en el último momento y bajo considerable presión. Podemos tiene un problema serio en su interior con la cuestión nacional. Es palpable en la controversia planteada por Bescansa, cuya oposición a una consulta referendaria en Cataluña la pone a un paso de integrarse en el bloque nacional-español del 155.

Con su Gramsci se lo guisen. La derecha del 155 lo tiene mucho más claro: nada de discutir sobre la nación, la autodeterminación, la plurinacionalidad y otras monsergas de rojos. A las elecciones se va como iba Teddy Roosevelt (el de los rough riders) a las negociaciones: "hablando dulcemente y llevando un gran garrote". En el garrote está la razón. La razón de Estado, que tiene muy mala fama, excepto cuando la esgrime uno mismo, momento en que asciende a noble y desinteresada motivación.

Así que, si el resultado de las elecciones está decidido en forma del guarismo 155, ¿para qué convocarlas? Esa es la prueba más evidente de que, a la vista del desastre del gobierno de la derecha en Cataluña, las cancillerías europeas, la UE en conjunto ha impuesto su convocatoria, obligando al gobierno a oganizar en forma de elecciones autonómicas el referéndum que trató de evitar sin conseguirlo.

El hecho de amenazar con el 155, además de buscar un efecto desmovilizador en el adversario, revela la desconfianza y el miedo del bloque del 155 de que el resultado numérico sea un triunfo independentista. La amenaza tiene un fundamento racional: no cabe respetar el resultado porque, siendo las elecciones autonómicas, dentro de la legalidad de la Constitución (que la propia Constitución ha suspendido mediante el 155), nada de lo que de él salga puede contravenir ese marco legal autonómico. Cualquier decisión que vaya más allá de las competencias de quien la adopte será un delito.

En esas condiciones, ¿por qué van los indepes a unas elecciones que muchos de ellos -si no todos- consideran ilegales e ilegítimas? En primer lugar porque no ir los pone directamente bajo el garrote. En segundo lugar porque, siendo las elecciones autonómicas un referéndum de hecho, interesa sobremanera que quede claro de modo fehaciente y "legal" qué apoyo social tiene en Cataluña cada una de las distintas opciones políticas y muy especialmente la dicotómica independencia/no independencia. Desde el momento en que el conflicto España/Cataluña se ha internacionalizado, la cuantificación objetiva de los partidarios y los adversarios de la independencia será la base para que se produzca la inevitable mediación exterior. Los indepes se juegan mucho en la participación en las elecciones y en el porcentaje del voto independentista,

Si el resultado es favorable a los unionistas, Cataluña se mantendrá en el marco autonómico, probablemente padecerá una política recentralizadora que rebajará el contenido de autogobierno y no habrá lugar a una petición de mediación exterior porque el gobierno estará aplicando la legalidad que apoya la mayoría de los catalanes y, desde luego, de los españoles.

Pero si el resultado es favorable a los independentistas, como parecen cantar las encuestas y favorable con holgura, se iniciará un proceso de negociación cuyo alcance estará abierto y será indeterminado. En ese proceso, las amenazas de Rajoy y el 155 carecen de eficacia sencillamente porque su cumplimiento no apunta a situación nueva alguna sino que es un retroceso al statu quo ante de las elecciones: un gobierno re-destituido, un Parlamente re-clausurado y unos dirigentes enviados de nuevo a la cárcel y al exilio. Eso sí que es un esperpento que la UE no puede permitir. Tendrán que devolver el 155 a la cueva de los horrores y sentarse a negociar una fómula con el gobierno legítimo de la Generalitat, surgido de unas elecciones que ellos mismos han convocado.

La salida de esa negociación, que se promete ardua porque involucra la dicotomía República/Monarquía, dependerá de la fuerza parlamentaria del independentismo.

dilluns, 11 de desembre del 2017

Lo nacional

Quienes siguen el proceso catalán saben de la decisión de la CUP de distinguir dos ejes en su programa, el eje nacional y el social. Y saben asimismo que, por razones tácticas la organización privilegia el nacional. Conocen, además, las razones y, atendiendo a estas, interpretan sus sucesivas posiciones, según se producen los acontecimientos: la independencia está declarada; se trata de implementarla tras las elecciones ilegales e ilegítimas pero obligadas; se apoyará el gobierno que implemente la independencia; incluso se participará en él, llegado el caso y mediando decisión asamblearia; no se pacta con unionistas ni ambiguos; no se participará en un Parlament con mayoría unionista. De momento. Sus aliados (PDeCat y ERC) pueden decir muchas cosas de la CUP pero no que no hable con claridad.

El eje nacional. Lo nacional. Es, se quiera o no, la columna vertebral del independentismo. Y se ventila, se quiera o no en las próximas elecciones del 21D. Que son, se quiera o no, un referéndum. El referéndum pactado que el bloque del 155 trató de evitar a toda costa y ha tenido que aceptar, quiera o no, por imposición de la UE. Tras todos los debates sobre derechos, políticas, medidas, autonomías, intervenciones y encarcelamientos, lo que se juega en estas elecciones es qué prevalece: una sola nación española que incluye a Cataluña sin reconocerle condición nacional o una nación catalana que emerge protegida por un Estado propio en condiciones de igualdad y, a ser posible, buena vecindad con la nación española y su Estado.

Lo que se ventila es el tema nacional por encima de la política de partidos. Y ese es el hilo argumental de Puigdemont y su candidatura de JxC: la nación, Cataluña, está por encima de los partidos. Debemos ser militantes de Cataluña más que militantes de cada partido, dice, en una especie de actualización de la union sacrée francesa de la Iª Guerra Mundial. Palinuro ya señaló que suena aquí una nota gaullista, prolongación de aquella en la IIª GM. Las similitudes son llamativas: desde el exilio se alza la bandera de la Catalogne combattante. Puede sonar también a caudillista, pero es un caudillismo de bufanda amarilla, muy de sociedad civil.

La formulación más cruda de esta primacía de la nación sobre el pluralismo partidista, y la que más se usa para criticarla y combatirla es la célebre afirmación del Kaiser Guillermo II en el Parlamento, también en aquella Iª GM: "¡Ya no conozco partidos. Solo conozco alemanes!" En abstracto, suena horrorosamente; en concreto, tiene una enorme fuerza de movilización. Aunque los críticos suelen decir que esas movilizaciones acaban en desastres.

Y ¿tiene la nación catalana que Puigdemont abandera algo en special que la ponga al abrigo de esos desastres? ¿Es el nacionalismo catalán distinto de los muy frecuentes movimientos etnicistas? Sí, tiene algo que no suele aparecer porque la independencia, con su fulgor, deja en la penumbra a su inseparable compañera, la República. El independentismo no solo es revolucionario por independentista sino por republicano. 

La nación catalana no es una nación étnica, sino política. Es una nación republicana. Incidentalmente, esta es la razón verdadera del fracaso de la izquierda española ante Cataluña y que quedó pendiente en el post de ayer.

El distanciamiento de Puigdemont respecto al PDeCat obedece a esta intencionada prevalencia de lo nacional en lo que, paradójicamente, coinciden los dos extremos del arco parlamentario, quienes hasta hace poco representaban a la derecha y quienes siguen representando la izquierda radical. De esta forma se consolida la figura simbólicamente gaullista del presidente y se le exonera de la acusación de envolverse en la bandera para ganar votos. Y eso, justamente, da a esta candidatura mucha fuerza atractiva entre quienes se sienten interpelados por el llamamiento del Kaiser.

Eso es algo que los de ERC reconocen y fomentan abiertamente. Todo lo que sea recabar votos para la causa común, vayan a donde vayan en concreto, es digno de encomio desde el punto de vista de unidad de acción que todos están interesados en mantener. 

Pero, al mismo tiempo, ERC tiene su alternativa propia que, como la de la CUP, se planteará políticamente una vez la República esté implementada. Algo lógico. Pero esa alternativa también puede tener una versión en el eje nacional, ¿por qué no? Se postula una sola nación, pero se puede querer más de un color que de otro. 

La alternativa de ERC también puede formularse en el ámbito simbólico y de imagen. El candidato en el exilio tiene un toque gaullista de salvación. El candidato en prisión tiene otro más sentimental de redención. Pero también con mucha fuerza. El Frente Popular triunfó cuando los anarquistas votaron para sacar a los presos de las cárceles. El candidato Junqueras tiene muy mermadas sus posibilidades de comunicación y es de esperar que ese handicap injusto sea continuamente mencionado por los demás participantes en la competición. 

No debe olvidarse que, si el elemento decisivo en la consideración del nacionalismo catalán como nacionalismo cívico es su carácter republicano, ERC lo lleva en su nombre. Hace más de ochenta y cinco años. Esa es la izquierda que tiene en la reserva con garantías la recuperación de una República que fue arrebatada a la gente por la fuerza de las armas y a la que la izquierda española ha renunciado. 

Por eso la izquierda catalana tiene una nación y la española, no. 

diumenge, 10 de desembre del 2017

La izquierda reaccionaria

Palinuro lleva una temporada diciéndolo: el independentismo catalán ha hecho picadillo a la izquierda española; a toda ella, la ha destruido, la ha dejado sin discurso, sin margen de acción, sin propuesta ni alternativa. Y, además, a remolque de la derecha más cerril con la que parte de aquella izquierda, la socialdemócrata, se funde por entero.

Durante mucho tiempo, en el pasado, Palinuro se negó a admitir la famosa expresión de PSOE/PP la misma mierda es por considerarlo simplificador y, sobre todo injusto con la historia del partido de Pablo Iglesias y su militancia, que siempre tuvo por más democrática y de izquierda que sus dirigentes. Pero eso se ha acabado. Nuevos tiempos. Desde que el conflicto entre España y Cataluña se enconara a partir del desastre del Estatuto de 2006, emasculado por la comisión constitucional del Congreso bajo la presidencia del socialista Guerra y definitivamente asesinado por un Tribunal Constitucional que no era -ni es- otra cosa que una cámara judicial del PP, esta identidad, fusión de ambas formaciones, se ha impuesto con toda evidencia.

Nada une más a dos supuestos adversarios que contar con un enemigo común. En este caso, el que une al triuvirato nacional español, Rajoy, Sánchez, Rivera, el bloque del 155, es la lucha contra el independentismo catalán o secesionismo, como dice Sánchez. Así resulta que cuando Cospedal, la Aldonza Lorenzo de la política, dice que su gobierno ha convocado las elecciones del 21D para que gane el "constitucionalismo", nombre actual del golpismo, el alcalde de Valladolid, el socialista Óscar Puente, completa el cuadro dictatorial aclarando que, si no salen esos "constitucionalistas", se seguirá aplicando el 155. El PP y el PSOE están de acuerdo en que las elecciones valen si ganan ellos; si no, no se reconocerá el resultado y se seguirá con el estado de excepción de hecho del 155 hasta que los catalanes "aprendan la lección" y voten lo que ellos quieren, porque es lo constitucional, lo democrático, lo legal y, sobre todo, lo que a ellos les da la gana.

Encuentren un nombre para tan repugnante actitud que no sea fascismo o franquismo.

Pero hay más en esta identidad entre el PSOE y la derecha. Vista la intención de mantener el 155 después de las elecciones, calíbrese la mentira de Iceta, que este va repitiendo de plató en plató, de que se ofreció  a Puigdemont retirar el 155 si convocaba elecciones. Son muchos los platós de que dispone la derecha (PP/PSOE/C's), así que son muchas las veces que el candidato socialista ha mentido.

Y todavía hay más en esta unidad de acción neofranquista entre PP, PSOE, C'S: al anunciar Puente que el 155 no se retirará si los catalanes tienen la desfachatez de votar lo que quieran y no lo que a él le dé la gana, está reconociendo que manda sobre el 155, puesto que él, cuando menos, co-decide con el PP qué se hace con el 155. Es decir, es tan responsable como el PP de su aplicación y tan partidario de la dictadura "constitucionalista" como el partido fundado por Fraga, ese que consideraba que Catalunya es "territorio conquistado".

¿Qué tiene que ver lo anterior con la izquierda? Nada; y todo, en cambio, con el nacionalismo español, el nacionalcatolicismo, la idea franquista de la nación española que la izquierda ha interiorizado tan acríticamente que coincide en su idea y su práctica. El secretario general que ganara las primarias alzando la bandera de la izquierda frente al insoportable caudillismo de su rival Susana Díaz ha resultado ser como la pluma al viento del patriotismo español. Y sí, de anunciar que pediría la dimisión de Rajoy, ha pasado a convertirse en un tan fiel escudero que el otro se permite el lujo de engañarlo de vez en cuando, porque muy listo tampoco es. La prueba es que la repentina revelación de las viejas glorias imperiales no le va a servir de nada porque los fascistas cuyo voto corteja, no siendo tontos, votarán the real thing, el PP; y los que de izquierdas queden en sus pagos, se irán a Podemos, aunque en este asunto concreto, Cataluña, no cambiarán mucho de territorio.

El indpendentismo catalán ha dejado a Podemos tan fuera de juego como al socialismo, aunque más preocupado por disimularlo, sin conseguirlo. Las declaraciones de Iglesias de que el independentismo ha despertado el fascismo español son un intento de justificar la equidistancia y la exquisita neutralidad entre la víctima y el victimario, el agredido y el agresor, el encarcelado y el carcelero. Coinciden en todo con las "explicaciones" que aportan los intelectuales orgánicos del PP e, incluso, legitiman mucho más a la derecha franquista porque vienen a decir que ese fascismo estaba "dormido" y, por tanto es algo distinto del gobierno, de la administración pública, de las fuerzas de represión, de la judicatura, de los medios de comunicación; es decir, ese fascismo ahora despierto por culpa de estos indepes delirantes, baja del cielo, como el fuego divino sobre Sodoma y Gomorra porque no estaba activo en ninguna de las instituciones que esta derecha (presuntamente) corrupta y criminal administra a su antojo. Parece mentira que se pueda ser tan irresponsable.

Aunque nada frente a la reciente comparación que se ha hecho entre el independentismo catalán y ETA, comparación en la que se funden una profunda ignorancia (tanto sobre ETA como sobre el independentismo catalán) con una patente mala fe. Los dos datos que fortalecen el matrimonio de esta sedicente izquierda con la derecha franquista. En el fondo, el independentismo, viene a decirse, es ETA. De esta forma los responsables de esta aviesa intención, quieren resolver la cuestión pendiente de cómo explicar que, en contra de lo que se decía a los etarras, en ausencia de violencia puede hablarse de todo. También era mentira. Podemos y los jueces españoles resuelven la cuestión redefiniendo como violencia la manifestación pacífica de ideas y proyectos políticos. La ladina asimilación del independentismo esencialmente no violento con el terrorismo, justifica su represión con métodos, esos sí, esencialmente violentos. 

La fusión entre la derecha y la izquierda cuando de la cuestión nacional se trata adquiere tintes pintorescos con la intervención de Echenique, cuya perspicacia le lleva a la feliz fórmula descalificatoria referida al PDeCat de que, aunque la mona se vista de seda, mona (corrupta) se queda. Es una interpretación a la pata la llana de la vieja teoría izquierdista de que el nacionalismo es una cuestión de la burguesía. Y, ya se sabe, en donde hay burguesía, hay corrupción. La teoría ha resurgido recientemente para descalificar el independentismo sin verse obligado a razonar más al fondo de las cosas explicando por qué una reivindicación de la corrupta burguesía tiene el apoyo cerrado de la izquierda de ERC y de la más izquierda aun de la CUP. Echenique lo zanja con el asunto de la mona, sin reparar en que la mona se quedará mona, pero el independentismo aparece como un vestido de seda, paradigma, al parecer, de la elegancia. Más claro: lo que se critica, paradójicamente, es que la corrupta burguesía quiera parecer otra cosa. Pero esa otra cosa, el independentismo, es deseable, cosa que el propio Echenique descarta.

Como todos los descartes en esta partida que la izquierda española ha perdido. Suelen sentenciar sus partidarios más ilustrados que la izquierda no puede ser nacionalista porque es internacionalista. Y les parece algo incontrovertible, que muestra cómo los postulados independentistas, siendo nacionalistas, no son sino pulsiones tribales, primitivas, atrasadas, incapaces de remontarse a una visión básicamente internacionalista del proyecto de la izquierda. Algo que nada tiene que ver con los horizontes angostos de la nación. Algo distinto. 

Distinto. Estupendo. Exactamente ¿en qué? ¿Qué tiene que ver con el internacionalismo la negación del nacionalismo y/o independentismo ajenos? ¿En nombre de qué se niegan (y hasta se combaten y reprimen) estos? ¿En nombre del internacionalismo o en nombre de otro nacionalismo que se da tan por supuesto que ni se menciona? Lo cual es lógica medida de supervivencia porque, si se hace, deberá reconocerse que un nacionalismo vale lo mismo que otro; o sea, nada, según la doctrina de que la izquierda no es nacionalista sino internacionalista. Y, nada por nada, tanto da.

¿O no? ¿O lo del internacionalismo es un cuento de las mil y una noches y la izquierda española es española antes que izquierda?

Y eso explica, en parte, el impacto destructivo del independentismo catalán sobre la izquierda española. Esa revolución de nuevo tipo que se ha incubado y está desarrollándose ante las narices de quienes se llamaban revolucionarios a sí mismos sin haber sido capaces de olfatearla. Al contrario, dedicados a combatirla denodadamente, codo a codo con la derecha.Porque valen mucho.

dissabte, 9 de desembre del 2017

Solo yerra quien reincide

No ir en lista única fue un error del independentismo. Había sin duda razones, podían entenderse humanamente. Pero los seres humanos tienden a extralimitarse y lo que en un momento fue comprensible, pasa a ser vituperable si se repite. Las prisas, la necesaria definición del PDeCat, los nervios, el humano deseo de saber cuáles sean nuestros poderes, todo iba contra la lista única y a favor de las separadas. Pero si ahora estas listas se enfrentan entre sí en una especie de guerra de baja intensidad en un principio, se está mostrando un flanco débil por el que llegarán ataques. En las guerras, sabido es, la primera víctima es la verdad y los medios son maestros en disfrazar cadáveres y representar con ellos una danza de la muerte. Obsérvese cómo El País vierte ponzoña en donde quiere ver una grieta en lo que más miedo le da: la unidad del independentismo. El diario independiente acaudilla el frente patriótico español, la escuadra hacia la muerte, la División Azul contra el comunismo y hoy el separatismo que para Franco siempre fueron juntos. Y no para en barras. Si hay que hacer demagogia, se hace; si hay que mentir, se miente. La unidad de España impuesta por el franquismo está por encima de la verdad y, desde luego, la justicia. Así que, si hay que decir que en Bruselas el siete de diciembre había 10.000 pelagatos cuando ya las cifras más seguras y contrastables hablaban de 45.000, se hace. Hoy, que la cosa va ya de 60.000 (según la policía federal) y hasta se habla de 90.000 contando la ocupación hotelera registrada y datos así, seguro que El País rebaja a 5.000 para compensar.

Consideración general: es admirable que se defienda la causa de la nación española; admirable y muy legítimo. Como lo es defender la nación catalana. Si la defensa española se manifestara de modo más limpio, directo, sincero, legal y no mintiendo, engañando, amenazando, agrediendo y reprimiendo, llevaría mucho ganado. Pero, en fin, allá cada cual.

Lo que el frente independentista debe evitar es dar pábulo a la fragmentación y los enfrentamientos. Que la unión hace la fuerza es casi una verdad apodíctica. Pero queda ese "casi" de la compleja condición humana.En el momento de dejar libre rienda a esta conviene recordar que la acción de las fuerzas políticas independentistas está enraizada en una acción unitaria y transversal de la sociedad que llevará muy mal y con razón un enfrentamiento entre sus dirigentes. El personal se ha manifestado en Bruselas por los presos y exiliados políticos, igual que ha contribuido a pagar las fianzas de los presos políticos; no de unos u otros presos políticos. Y así parece lógico que siga siendo. Todo el mundo dice tener claro el objetivo final así como la idea de que los medios para alcanzarlo pueden variar. Pero no tanto que lo hagan peligrar. Son humanas discrepancias tácticas y estas se entienden en un clima de buena voluntad para formar una unidad en la pluralidad. Luego, cuando ese objetivo final se haya alcanzado, será el momento en que cada cual seguirá el camino que la fortuna le marque, como decía Virgilio que haría Eneas.

Muy oportuno

Muy oportuno teniendo en cuenta con quién nos jugamos los cuartos. Con un partido imputado en procesos penales, metido hasta el cuello de sus más elevados dirigentes en la corrupción, en donde la mentira, el engaño, la falsificación están a la orden del día. Cuando no ven un jaguar en un garaje y no saben quién les paga los trajes, ignoran en dónde andan 500 millones de euros de una tasas judiciales que cobraron indebidamente. Pues en algún sitio ignoto a donde podrían ir 500.000 votos a candidaturas "radicales" si les dejan. Un partido que colabora con la justicia machacando a martillazos los discos duros pruebas en procesos o perdiendo expedientes incriminatorios por cientos de millones de euros presuntamente afanados por sus dirigentes.

Una joya de partido, presidido por un individuo cuya catadura moral quedó establecida en una afirmación vergonzosa a comienzo de su mandato: "no he cumplido con mi palabra pero sí con mi deber".

¿Cabe esperar cualquier cosa de gente así? Supongo que no lo duda nadie. Otra cosa es que quienes debieran estar señalando estos datos todos los días, los partidos de la oposición, se atrevan a hacerlo. Al contrario, no solo no lo hacen sino que simulan otorgar crédito a las medidas adoptadas por un gobierno y un partido inmersos en la corrupción, como si fueran personas de fiar.

Las organizaciones sociales hacen muy bien en organizar procedimientos paralelos para garantizar la limpieza de los comicios hasta donde puedan. Por cierto, también sería recomendable que trajeran observadores extranjeros. Aparte de la motivación evidente, se añade que la Junta Electoral Central no quiere ni verlos porque dice que no son necesarios. Por supuesto, para ella, no; son necesarios para todos los demás. En consecuencia, los observadores extranjeros deben venir y observar aunque sea sin el reconocimiento oficial de la Junta. No se les puede impedir y el reconocimiento no les hace falta.

De haber algún tipo de discrepancia en los resultados entre la Junta Electoral Central y los observadores, no habrá duda alguna de cuáles serán más fiables.

divendres, 8 de desembre del 2017

La manifestación por la libertad de los presos políticos en Bruselas

Aquí mi crónica para elMon.cat sobre la manifestación de Bruselas para pedir la libertad de los presos políticos en España. Pasé más frío que un pollo desplumado, pero confirmé una vez más mi admiración y mi respeto por este pueblo que he elegido como mío con toda modestia. ¡Es tan raro, tan insólito que la gente en su comportamiento colectivo te lleve el corazón a la garganta!

Con todo, esto no es una apreciación sesgada ni prejuiciada. Relato lo que vi y aquello en lo que participé. Al final doy cuenta de lo que considero son los tres últimos hitos del camino de los catalanes hacia la libertad: 1) el referéndum del 1/10; 2) la Declaración de Independencia del 27/10; 3) la manifestación por la libertad de los presos políticos del 7/12. En los tres he tenido la suerte de participar activamente y vivirlos de modo directo. En el 4), las elecciones del 21/D, no podré hacerlo de igual modo; pero compenso en lo que puedo yendo en la lista de ERC.

Aquí la crónica en castellano.

Qué ha pasado en Bruselas

Escribo esta crónica desde Bruselas, en casa de un amigo mío catalán que tiene una pequeña empresa de diseño textil y es independentista, como una amplia muestra de la colonia catalana en la capital de Bélgica. Departimos amigablemente un par de horas antes de la manifestación mientras se confeccionan lazos amarillos o nos procuramos otros distintivos que nos pongan en el universo simbólico de la próxima República Catalana. Yo me pronuncio por una estelada que llevo anudada al cuello como si fuera la capa del capitán Marvel.

También nos cruzamos datos y suposiciones sobre la manifestación/concentración, su recurrido y posible asistencia, teniendo en cuenta que hay una llovizna pertinaz y una temperatura de escasos 3º, casi gélida. Algunos de los asistentes han hecho el camino en coche o autobús saliendo por la parte oriental de la frontera y cambiando en Lyon, mientras que otros lo hemos hecho por la occidental, pasando por Burdeos y París hasta Bruselas. Hay informaciones fehacientes de que la policía y la guardia civil se han empleado a fondo por órdenes de la superioridad para boicotear la asistencia al acto: han retenido los coches en la frontera con los más fútiles pretextos y ocasionando largas colas de salida; han retrasado el AVE con el resultado –querido- de que los pasajeros perdieran la conexión en Lyon; o han postergado la salida de dos charters de Reus, obligando a cancelar los vuelos. Toda la gente que se ha quedado en España en contra de su voluntad es víctima de esta política de entorpecimiento de las manifestaciones populares por parte del gobierno, sobre todo si son independentistas

La asistencia al acto ha sido motivo de la habitual –y en este caso más ridícula si cabe- censura y desinformación de la derecha. Y digo más ridícula porque si los medios españoles avanzaron prescientemente la cifra de 10.000 asistentes a la media hora de comenzar el acto, la policía belga que tuvo muy discreta presencia, pero dispuso de un helicóptero durante el acto, cifró la asistencia en 45.000 personas. Daba igual, los medios españoles de comunicación y manipulación siguieron repitiendo como loros la cantidad de 10.000.

Este debate, además de irritante y absurdo pasa por alto un hecho evidente. Aunque los 45.000 asistentes de la policía hubieran sido los 10.000 de los medios españoles, no cabe duda de que no son lo mismo 10.000 manifestantes a trescientos metros de sus casas en una tarde de primavera que a 1.500 kms de distancia teniendo que pagarte tú el viaje y la estancia y con un frío, un viento y una lluvia muy desapacibles. Una persona que se manifiesta en esas condiciones, obviamente, no es mejor ni peor que la que lo hace en las condiciones anteriores pero, sin duda, su convicción, su fuerza de voluntad, su compromiso y tenacidad son muy superiores.

Coincidimos un montón de peregrinos en un hotel barato a 60 km de Bruselas para pasar la noche anterior porque en un radio inferior no había habitaciones y las que se ofrecían oscilaban entre los 2.000 y los 3.000 euros por noche. Ley esta de la oferta y la demanda del capitalismo en el mercado que deja a los medios españoles a la altura del Berrido de Tennessee en el famoso cuento de Mark Twain a la hora de saber si había mucha o poca asistencia. Más tarde serían los comercios del recorrido los que agotarían las existencias y la policía la que cerraba los accesos al metro por colapso. Quienes pernoctamos en el motel en cuestión, sin conocernos entre nosotros, coincidimos en el bar a las siete de la mañana para ponernos en la carretera a fin de llegar a Bruselas antes de las once.

No hace falta decir que esas carreteras de acceso, aparte de los atascos habituales en días laborables, venían cargadas de autos con símbolos independentistas. Por supuesto, los medios españoles no pudieron dar nada de esto porque su función, como se sabe, es ocultar todo lo que disguste al gobierno de la derecha y, en cuanto a los catalanes, TV3, en concreto, recibieron la prohibición de dar noticia alguna de este importante evento en Europa salvo al ritmo ridículo de un minuto en directo cada media hora. Censores e inquisidores políticos sometiendo a yugo a los periodistas, algo típico de los fascistas al estilo de la Junta Electoral Central.

Mi impresión, y la de las numerosas personas con las que hablé, es que allí había bastante más de 45.000 personas, que la estimación policial era pacata y que de 60.000 probablemente no bajaban. Seis veces la Anábasis en condiciones también muy duras. Gente joven y de mediana edad, aunque también bastantes abuelos con empuje, entre ellos el firmante de estas líneas. Cientos de autocares, miles de coches particulares y, como siempre, ni un destrozo, ni un acto de vandalismo o violencia, ni una agresión y con las papeleras haciendo a la perfección su importante trabajo. Nos quedamos hasta el final de la manifestación y damos fe de que, así como las ambulancias no tuvieron que intervenir, tampoco el servicio municipal de limpieza, que cerraba la marcha, necesitó esforzarse.

Alegría en todo el recorrido, pero también mucha conciencia: “Llibertat presos politics”, “Visca la Terra”, “Visca la República Catalana”, “Puigdemont el nostre president” fueron las consignas más coreadas y El Segadors y L’Estaca los sones más escucuchados. Compartí marcha con muchos amigos y conocidos y me hice unas cincuenta selfies con gente muy variada. Había una sensación compartida de emoción, de sentido de la importancia del momento y de orgullo común por lo que se estaba haciendo. Carteles con los retratos de los presos políticos y letreros alusivos a la independencia, la nación catalana, la opresión española y el olvido y dejadez de las instituciones europeas que abandonan un pequeño pueblo fier de lui même en las garras de un régimen corrupto y fascista.

Cerraron el acto sendos alegatos de Javier Coma, de la CUP, Marta Rovira, de ERC, Toni Comin, de JxS y el presidente Puigdemont. Rovira leyó el último artículo publicado por Junqueras, de fuerte contenido sentimental y moral y animó a la gente a votar el 21D para evitar que Cataluña caiga en manos de sus enemigos y el Presidente afianzó su teoría de la importancia del movimiento de la gente y la ciudadanía en la Europa de hoy y del futuro frente a la idea anquilosada de una UE estatolátrica.

Diga lo que diga el gobierno de la derecha y el bloque del 155 y por mucho que intenten ignorar su significado este acto ha despertado una enorme expectación en Europa, ha puesto a Cataluña más en el mapa si cabe, ha dado fuerzas renovadas al movimiento independentista y ha puesto brutalmente de relieve la diferencia moral entre una acción impulsada por el ideal político desinteresado y los ridículos aquelarres del españolismo (llamado “constitucionalismo” por la derecha desde el PP al PSOE) que todo lo más reúnen un par de miles de manifestantes de toda España en Cataluña, si el tiempo lo facilita, se les paga el viaje y se les garantiza la impunidad cuando apaleen a algún pacífico viandante.

Y hay más: la manifestación de Bruselas puso de relieve la unidad del independentismo (que sus enemigos tratan de minar manipulando los resultados de los sondeos) y fue un hito más en este reciente encadenamiento de hechos decisivos que apuntan en la dirección del éxito en las próximas elecciones y la consolidación de la República Catalana. La enumeración es clara:

1º) el referéndum del 1/10 y su aplastante resultado a favor de la independencia;

2º) la declaración política de independencia el 27 de octubre siguiente en el Parlament;

3º) la manifestación de Bruselas por los presos políticos del 7 de diciembre; y

4º) las elecciones del próximo 21 de diciembre en las que sin duda se dará un triunfo del independentismo con holgada mayoría absoluta que los medios de comunicación españoles y otros órganos de confusión y propaganda quieren reducir a un descenso de aquel.

Ese es el significado de Bruselas.

dijous, 7 de desembre del 2017

On the Road again. Camino de libertad

Ya hemos cruzado la frontera de Francia con Bélgica. Nos quedan dos horas de viaje hasta Bruselas y la Grote Platz está así según se ve en tuiter. Desde antes de París hemos empezado a encontrar gente con prendas amarillas en las áreas de servicio. "Hola, hola". "Qué, ¿a Bruselas?" "Sí, ¿vosaltres també?" "Clar" "Diu que será la mès grand manifestació a la ciutat en molt temps""Si, encara que els feixistes van boicotear i putear molta gent a aeroports, a l'AVE, a les fronteres per tal que no puguessin sortir d'Espanya" "De la presó d'Espanya vols dir" "Si, vull dir" "Ens toca manifestar-nos també per els que no van poder sortir de la presó" "I tant, els de Estremera i Soto del Real..." "Tota Espanya és una presó, però nosaltres ens sortirem" "Si. Ens veiem a la Grote Platz. Visca la Repùblica Catalana!" "Visca!"

Ayer fue un día curioso en la esquizofrenia del Estado español. De un lado, decenas de miles de personas, casi todas catalanas pero con algunas demócratas españolas añadidas, nos echamos a la carretera, llenamos trenes, fletamos aviones, autobuses para llegar a Bruselas a pedir en el corazón de Europa libertad para los presos políticos (Jordis, Oriol, Joaquim us estimem i volem a casa), la libertad para Catalunya sencera, la Repùblica Catalana.

Algunas precisiones para información general. Todos/as quienes vamos a Bruselas y nos hacemos 3.000 kms (ida y vuelta) en mitad de la niebla y un frío polar, nos pagamos nuestros viajes. Aquí no hay autobuses a cuenta de los partidos (como en el PSOE), ni de la caja B, como el PP; tampoco hay bocatas pagados y, además, no llevamos porras ni cadenas ni el fascismo en el alma, como en las manifas de franquistas unionistas  en las que participan los Borrell y los Iceta, sino la ilusión de la libertad y la república en nuestros corazones.

La policía y la guardia civil, a las órdenes del Sobresueldos y su banda de chorizos han hecho lo que han podido por boicotear la asistencia: han provocado grandes colas en los puestos fronterizos de las carreteras con los más nimios (e ilegales) pretextos; han paralizado el AVE para que los viajeros perdieran la conexión de Lyon (no hay problema: las indemnizaciones las pagará RENFE, o sea, siguen robándonos a todos); han retrasado dos vuelos charter en Reus. Es su estilo. Estos viajeros que no han podidos viajar equivalen a los 700.000 ciudadanos que votaron el 1/10 pero no pudieron contar porque la policía y la Guardia Civil secuestraron las urnas ilegalmente y a lo bestia. Nos manifestaremos por aquellos también.

La policía de Bruselas espera una gran manifestación para hoy y avisa de que habrá algún caos circulatorio. Pero nada más. Res mès. Porque nosotros no destrozamos mobiliario urbano, ni aporreamos a la gente, ni rebuznamos por las calles, ni vomitamos en los portales como los patriotas franquistas. Hoy habrá también muchos niños porque en Bélgica, además, la policía no apalea vandálicamente a los ciudadanos pacíficos ni siquiera cuando reclaman algo que moleste a los gobernantes.

Hoy será un día grande, inolvidable, único, un hito en el camino de Catalunya hacia la libertad, la independencia, la República, previo al 21D en el que, como sabemos todos, hasta los mercaderes de los sondeos que venden sus mentiras demoscópicas a sus amos en los medios siguen inventándose resultados estrambóticos por si aun fuera posible engañar a la gente a ver si vota a las Arrimadas cargadas de odio, los Albioles cargados de brutalidad y los Icetas, cargados de cobardía. El frente del 155 de la llamada Constitución española, un texto que nació muerto y lleva 40 años hediendo.

Del otro lado acto solemne y protocolario de la clase política hispana en la Carrera de San Jerónimo, con asistencia de toda la purrela de políticos. Faltaron los de Podemos, pero no porque se hayan negado a este aquelarre de cortesanos y reaccionarios zombies sinbo porque, habiendo perdido el trasero para formar parte de la comisión de celebración del 40º aniversario, los demás los han rechazad.7 ¡A ellos! Nada menos que a ellos, cuyo concepto de sí mismos es tan alto que solo ellos lo vislumbran.

Los cortesanos en los corrillos fingían ignorar su falta de dignidad y entereza y hacían como si se tomaran en serio una reforma de la Constitución en la que ni ellos creen. Los más tontos han echado cuentas y visto que otras Constituciones de otros Estados se han reformado muchas veces. ¿Por qué no la española? Ni se les ocurre la respuesta evidente: porque son Estados de verdad y Constituciones de verdad y no estos remedos franquistas que solo se tienen de pie porque nadie se atreve a cuestionarlos ya que, cuando sucede, como se ve en Cataluña, el fascismo inherente al sistema de la III Restauración se hace presente por la vía de la dictadura, el abuso y la represión sostenido directamente por el PSOE e indirectamente por Podemos.

Como si no supieran que la Constitución y el Estado que dice regular son irreformables, cuando lo saben de sobra. Y la prueba es que ya barajan la posibilidad de nuevas elecciones en el Estado en las que todos estos inútiles, los Sobresueldos, los Sánchez, los Iglesias, los Riveras, quieren seguir presentándose porque, entre otras cosas, no tienen nada mejor ni más útil ni menos regalado que hacer.

Y así es. Hasta el Sobresueldos dice que volverá a presentarse sin que nadie rechiste, nadie tenga el valor de decir que no, que no es de recibo que un tipo cobrador de sobresueldos ilegales durante años, al frente de una banda de ladrones que ha esquilmado el país y lo ha destruido debe abandonar la política y presentarse ante el juez (a ser posible uno que no le deba algún favor) junto a sus cómplices.Y menos que nadie un pueblo sumiso y servil al que ha robado, dejado sin empleos, sin pensiones, sin subsidios de desempleo, sin sanidad ni educación públicas, sin ayudas a los dependientes. Un pueblo que ya le dio una mayoría absoluta y podría volver a dársela.

Un país esquizofrénico, desde luego: una parte lucha por la libertad y la dignidad y se va a celebrarlas al extranjero para no ser reprimida y la otra celebra la tiranía, la represión y la dictadura en el corazón mismo de unas instituciones podridas.

dimarts, 5 de desembre del 2017

La revolución catalana y las elecciones

Acaba de arrancar la campaña electoral del 21D en condiciones de excepcionalidad. Las propias elecciones, impuestas de modo ilegítimo e ilegal por un gobierno  corrupto, sin más autoridad que la que le da el uso de la fuerza, son excepcionales. Todo aquí es excepcional. Cataluña entera está intervenida, ocupada y sometida a la arbitrariedad del artículo 155, con el que el bloque nacional español (PP, PSOE y C's a los que se suma hipócritamente Podemos) pretende impedir, extirpar, la revolución catalana en marcha. Unos, las derechas, lo hacen por convicción reaccionaria tradicional; los otros, las sedicentes izquierdas del PSOE y Podemos, porque no pueden tolerar una revolución democrática y republicana en Cataluña ya que esta pone de relieve su carencia de proyecto político propio no solo para Cataluña sino para España. Y, si ellos no son capaces defender sus teóricos objetivos, los saca de quicio que los catalanes lo hagan por su cuenta.

Aparte del juego sucio que el Estado lleva años practicando en contra de Cataluña, la excepcionalidad de estas elecciones se ve en la desigualdad de las condiciones de participación. Todos los candidatos de las formaciones unionistas tendrán libertad de expresión y movimiento; los independentistas de JxC y ERC, no, ya que algunos de sus candidatos están en el exilio o en la cárcel, privados de sus derechos en cuanto presos y exiliados políticos. Son unas elecciones con handicap para una de las partes y sin que las otras -excepción hecha de la CUP- pongan de manifiesto esta desigualdad, este juego sucio, este abuso, pensando que sacarán ventaja de ello porque son (PSC, C's y PP) ventajistas de la derecha.

Pero estas elecciones no dependen tan solo de la actividad de los partidos políticos (y de los poderes del Estado y medios de comunicación unionistas), sino, sobre todo, de la movilización de la gente en Cataluña en defensa de sus dirigentes a instituciones. Los represores del 155 pensaban que encarcelar a los dirigentes indepes no tendría coste más allá de una semana de movilizaciones. Llevamos un mes y las movilizaciones de todo tipo en favor de los presos no solo no se han apagado, sino que han aumentado. Era evidente, salvo para los franquistas del gobierno y sus secuaces, que la represión sería acicate de la acción revolucionaria. Y así ha sido.

Presionado por el gobierno y las circunstancias, el Tribunal Supremo no ha tenido más remedio que hacer un gesto, liberando a seis de los encarcelados y manteniendo otros cuatro en prisión. Un síntoma de debilidad y mala conciencia porque ahora está claro que, además de presos políticos, los consellers son rehenes del Estado español. El abismo inquisitorial en que se hunde la justicia queda de manifiesto leyendo sus razonamientos "jurídicos", según los cuales, los presos no han acatado de modo convincente la Constitución y el 155. Se les mantiene, pues, la condena por sus convicciones.

Acatar la Constitución puede ser un requisito para ocupar un cargo público (y aun así), pero no para ejercer los derechos de ciudadanía, libertad de expresión y de circulación. Nuestros derechos civiles y políticos no pueden depender de que se acate la Constitución y mucho menos de que se haga de "modo convincente" a juicio de un inquisidor cualquiera. Ni la propia Constitución lo exige. Esos hombres están presos por sus ideas. 

Y esa barbaridad es la que apoyan el PSOE, que lleva su servilismo a denunciar los símbolos del lazo amarillo, y Podemos que recurre el 155 ante el Tribunal Constitucional pero se declara equidistante entre carceleros y encarcelados.

La última moda en golpes bajos dialécticos se da con la afirmación de que el independentismo catalán ha despertado el fascismo español. La mala baba de semejante razonamiento tiene tres puntos muy esclarecedores:

1º) si no hubiera independentismo, el fascismo español continuaría "dormido" y el PSOE y Podemos podrían obtener algunos réditos para seguir tirando en mitad de esta podredumbre del Estado fallido de la III Restauración y repartiéndose prebendas, siendo cooptados en un Estado que es, de hecho, una dictadura que ellos aceptan.

2º) de lo anterior se sigue que, según estos estrategas de la izquierda domesticada y la supuestamente indómita, lo mejor es que se acabe el independentismo. Y con el independentismo, la revolución democrática catalana y, sobre todo, la opción republicana que deja bien claro cómo los partidos españoles, en realidad, son monárquicos. 

3º) contra toda evidencia, se distingue entre fascismo y gobierno. Es claro que los ministros, los jueces, los curas y los tertulianos a sueldo no van con esvásticas tatuadas ni cadenas ni puños americanos. Por supuesto. Esos los llevan los que obedecen sus órdenes o mandatos. El fascismo bestial invade las calles y se siente amparado por los discursos de todos los poderes del Estado, todos situados en la extrema derecha, desde el monarca hasta los periodistas apesebrados, pasando por los ministros, los políticos o los jueces a su servicio.

En efecto, las elecciones, en sus condiciones de excepcionalidad, son un hito en la revolución catalana en marcha que ha puesto de relieve a los ojos del mundo el fascismo estructural de la monarquía española. 

Y se verá el 21D por muchos sondeos con que el frente demoscópico del 155 bombardee a la opinión pública, tratando de orientar el voto de los catalanes a la sumisión y la indignidad.

Donec Perficiam.

dilluns, 4 de desembre del 2017

Podemos también es del bloque nacional-español

Llevaban tres años mintiendo, trampeando, contando trolas a ver si conseguían mantener la ambigüedd del oportunismo: no aplaudir el independentismo, cosa que resta votos en España, pero tampoco oponerse a él, cosa que resta votos en Cataluña. Y así, queriendo ser simpáticos a todo el mundo, han conseguido que nadie se fíe de ellos/ellas.

Los que iba a asaltar los cielos no llegan ni a tertulia de barrio.

Ya el primer desembarco en Cataluña, en distrito castellanohablante, Pablo Iglesias pedía a los votantes que se acordaran de sus abuelos, mostrando así no solo una profunda ignorancia de lo que es Cataluña, sino la mala voluntad de tratar de dividir, fracturar la sociedad catalana. Luego es esta gente la que acusa al independentismo de enfrentar a unos catalanes con otros.

Más tarde, alguien debió de soplar a Podemos que, si querían que la gente de izquierda se tragara sus plúmbeos discursos, debían simular algún tipo de simpatía por el independentismo, hacer alguna concesión porque se les notaba demasiado el viejo odio nacional-español a lo catalán; su arrogancia, disfrazada de consistencia teórica inexistente; su desprecio, arropado de interés condescendiente por lo periférico; su profunda envidia ante una sociedad bilingüe y con una cultura política muy superior a la suya y a la de ellos mismos. Por eso acabaron descubriendo lo del reférendum pactado, que venía a ser la fórmula para combinar el reconocimiento del derecho de autotederminación de los catalanes, que nadie de izquierda puede negar, con su entrañable nacionalismo español. El truco era pedir referéndum de autodeterminación, pero pedir el voto "no".

Era un paso en relación con la cerrada oposición del bloque de la derecha (PP, PSOE y C's), pero no sonaba auténtico, por no decir que se pasaban de listos con lo que Torcuato Fdez. Miranda llamaba una trampa saducea: queremos un referéndum pactado de autodeterminación pero, como no hay ninguna posibilidad de conseguirlo porque el bloque nacional-español (luego "bloque del 155") no lo aceptará jamás renunciamos a todo referéndum y esperamos a que pueda pactarse, ad calendas graecas, naturalmente. Entre tanto, "no" al referéndum unilateral y que los catalanes traguen el estatus colonial que les aplica la derecha franquista. 

Ni DUI ni 155. Ni Franco ni Carrillo, no nos moverán. Y no se movieron. Pero, ante tanta indeterminación, tanto esquinazo, tantos engaños y embustes, un partido hecho de aluvión de oportunistas empezaba a acusar las grietas de los zarandeos en la polémica política. Sus líderes hablaban mucho, todo el día en las radios y las teles, algunas de las cuales casi parecen suyas, con exclusión de quienes discrepen, pero no conseguían remontar fortuna electoral que, al contrario cada vez muestra la tendencia evidente a situar a Podemos exactamente en la proporción de voto que sacaba Anguita con IU porque, en definitiva, su melopea teórica es la misma, pero su garrulería tiene harta a una gran parte del electorado. Basta con ver cómo hace años que Iglesias es el líder político peor valorado; a veces, peor que Rajoy. Imaginen.

Escisiones, divisiones, polémicas, fracturas, habituales en esta izquierda neocomunista y fariseamente jacobina, todo había que camuflarlo bajo el espíritu de unidad fingida. Hasta que el partido se dividió en Cataluña entre un sector de gente de izquierda con Dante Fachin, capaz de entender el sentido del voto independentista y los marrulleros de la autodeterminación pactada, del "echemos primero a Rajoy y luego proceso constituyente" y similares argucias. Podemos  veía disminuir su fuerza en todos los frentes: en Cataluña gana el independentismo -único factor de izquierda capaz de hacer oposición al gobierno y cuestionar el Estado español de la III Restauración- y en España gana el nacionalcatolicismo con la ayuda del PSOE. Para disimular dice Victoria Camps que el nacionalismo no es de izquierda porque la izquierda es internacionalista para lo cual pone a la supuesta izquierda del PSOE al servicio del nacionalismo neofranquista del PP y pasa por el alto la evidencia absoluta de que, si por internacionalismo hemos de entender lo que ella entienda, es obvio que se puede ser nacionalista (ella es nacionalista española) e internacionalista.

La tensión y progresivo declive electoral de las otroras rutilantes estrellas televisivas podemitas, obligó a dar un golpe de timón en los enunciados del partido. Y de hacerlo a toda prisa antes de que Carolina Bescansa, habiendo enarbolado el pendón del patriotismo ibérico, al grito de ¡Viva España!, acabe desplazando al puñado de oportunistas que ahora forman la dirección. Un ¡Viva E·spaña! al que en la calle hacen ya eco fraterno los rebuznos de las bandas de matones de extrema derecha amparadas por los gobernantes, por todos ellos en todos los poderes del Estado, cuando no compuestas por ellos mismos. Sí, esas bandas que dicen los morados que "despiertan" con lo que admiten que estaban dormidas (que no es verdad tampoco) pero estaban.

Afán de supervivencia y nada más es lo que hay detrás de esas declaraciones de Iglesias revelando el verdadero fondo nacionalista español del taimado oportunismo del referéndum "pactado" de autodeterminación. Otra vez se formula el argumento del maltratador, del fascista, del que echa la culpa de la agresión al agredido, del triunvirato del Sobresueldos, Sánchez y (Primo de) Rivera.

Son los independentistas los que han provocado el ascenso del fascismo en España. ¿Hacía falta montar este andamiaje de la "verdadera" izquierda del más viejo paleocomunismo para acabar coincidiendo con las derechas más retrógradas y sí, ellas mismas fascistas y esta detestable, hipócrita conclusión? Es de esperar que en la próxima manifa de españolistas de Vox, Democracia Nacional, DENAES, SCC, grupos nazis, gentes del gobierno, gentes de la oposición diz que socialista, y chulos, matones y pistoleros "incontrolados", hable también alguno de Podemos para dejar bien sentado que en España nadie puede discutir nada de la organización territorial del Estado porque el fascismo que es inherente al régimen de la IIIª Restauración se hará patente, como se ha hecho ya, ocupando militarmente Cataluña.

Pero esperen ustedes, que esta hipocresía, este engaño seudoizquierdista de unos españolazos (muy "internacionalistas", claro) no acaba ahí. Podemos, el gran azote de la traidora Transición española, de las concesiones de la izquierda a una derecha agresiva, dice por boca de su parlanchín dirigente que esto de Cataluña es muy "complejo" (como decían las izquierdas durante la transición), que las heridas tardarán años en "cicatrizar" (suena, ¿eh?) y que él y los suyos, proponen... la reconciliación de los catalanes.

Atención, Catalanes, sobre todo los "humildes" (sic) que estos gallardos mozos van a reconciliaros para hacer una "segunda transición", esta, sí, fetén, porque ellos mandaarían.

diumenge, 3 de desembre del 2017

Las cosas de Rajoy

La capacidad de comunicación de Rajoy es equivalente a la de las farolas. Siempre es difícil saber de cierto de qué habla, aunque quepa intuirlo. Por ejemplo, ¿qué quiere decir exactamente que las cosas vayan mejor? ¿Qué son las cosas?.

Si se refiere a la situación procesal de su partido, sus dirigentes y él mismo, es difícil decir que las cosas vayan mejor. El PP, partido que preside, está imputado como tal organización presuntamente delictiva. Es una situación que carece de precedentes. Un partido presuntamente delincuente, compuesto por delincuentes también presuntos, empezando por él mismo, que es el jefe y no presunto.

Si se refiere a las cuestiones económicas, en las que suele regodearse, hablando de un futuro brillante de PIB y algunos conceptos escurridizos como "crecimiento", "estabilidad", y otras monsergas, las cosas pintan negras: su gobierno ha saqueado el fondo de las pensiones, ha llevado la deuda pública por encima del 100% del PIB, el déficit no desciende y a partir de enero, el BCE parece dejar de comprar deuda española. El panorama es tremendo, con la prima de riesgo otra vez en el punto de mira y con el hacha del 135 sobre los escasos dineros que esta pandilla de buitres ha dejado en el fondo de los cajones.

Parece, mejor visto, que se refiere a las cosas de la política. En una comparecencia en Cataluña, previa a la campaña electoral, se trata de lanzar mensajes favorables a la propia posición. No tanto de calibrar expectativas electorales  que siguen siendo muy pobres, como de justificar medidas, criterios, en definitiva, ideas. La batalla es contra el independentismo como palabra y obra. Es una batalla ideológica en la que ya están metidos los jueces de hoz y coz. 

Que las cosas están mejor gracias al 155 se mide en dos o tres hechos: la Generalitat ha sido intervenida, de hecho no existe y Catalunya se gobierna desde Madrid; medio govern  está en la cárcel y el otro en el exilio y la Junta Electoral Central canaliza la represión del independentismo en la campaña electoral; el aparato del Estado funciona a pleno reprimiendo toda manifestación del independentismo. Es una dictadura de hecho y por eso el presidente de un partido fundado por un ministro de Franco considera que "las cosas están mejor". 

Frente a esta situación de dictadura de hecho, la irrelevancia de la oposición parlamentaria es patética. Tanta que un gobierno en minoría actúa como si contara con una mayoría absoluta. En realidad, lo hemos dicho a menudo, la única oposición real en España ha sido hasta la fecha y sigue siendo hoy de carácter territorial/nacional; es Catalunya. 

Y eso provoca, como es evidente, tal trastorno estructural del sistema parlamentario monárquico posfranquista que la única forma que tiene este de sobrevivir es suspendiéndose a sí mismo, anulándose (dice que transitoriamente, pero no dice qué plazo) a través de una norma de dictadura. ¿Acaso no forma el Estatuto de Autonomía de Catalunya, hoy suspendido, como intervenida está la autonomía, parte del llamado "bloque de constutucionalidad", según doctrina del Tribunal Constitucional? Al intervenir y ocupar Catalunya, la Constitución está interviniéndose y ocupándose a sí misma. Todo el sistema de la III Restauración está en suspenso.

Hasta el 21D. En esa jornada electoral que es un referéndum con el acuerdo del Estado, precisamente lo que este había intentado evitar a toda costa, se decidirá la escabrosa cuestión del futuro de la relación entre España y Catalunya. Obsérvese que no hay un compromiso explícito del Estado de respetar el resultado, como sí lo hay del independentismo. Al contrario, ese Estado ha insinuado e incluso más que insinuado, que un resultado contrario a su parecer no se respetará.

Por eso es imprescindible una alta participación el 21D. La distancia entre el independentismo y unionismo debe aumentar tanto que sea insostenible ante la comunidad internacional no respetar el resultado. 

dissabte, 2 de desembre del 2017

Mi abuelo fue a Cuba

Mi amigo Marcel Vilarós ha publicado en forma de libro -y de libro en edición muy maja- su obra de teatro El meu avi va a anar a Cuba ("Mi abuelo fue a Cuba") de próximo estreno en Mataró. Es una pieza magnífica y sumamente actual, al tiempo que de mucho rigor histórico, sobre la guerra de Cuba, las circunstancias sociales de la isla y la peculiar relación de esta con Cataluña. Ya di razón de ella en un post de julio pasado, titulado, Palinuro debuta en el teatro, con motivo de un ensayo de la obra, también en Mataró en el que interpretaba el muy apropiado papel de Valeriano Weyler, el último gobernador militar de la isla. Es el papel que el desenfado de Marcel me ha reservado. Siempre que vaya por Catalunya y coincida con la representación, subiré al escenario a dar los gritos de rigor. El libro viene acompañado de un estudio del historiador Víctor Camprubí, pieza interesantísima que da las claves del contexto histórico en el que se libró aquella guerra y se desarrolla la preciosa historia que ha tejido Marcel. 

Por mi parte, púsele un pequeño prólogo por invitación del dramaturgo que el lector curioso encontrará en el libro en catalán. Se me ocurre que puedo incluir aquí la versión en castellano porque en ella se encuentra mi juicio sobre la obra, con un añadido que corresponde al tiempo pasado desde julio hasta ahora: me identifico con Lluís Claramunt i Rocafort que, habiendo ido a la isla como catalán/español, acabó sumándose a la rebelión cubana. 

El prólogo se títula Menos se perdió en Cuba y dice:

La obra teatral que tengo el honor de presentar no es producto de la casualidad. La casualidad no existe. Todo cuanto sucede, sucede por algo y, si no, hacemos que así sea a base de interpretarlo como nos parezca, pues lo que sucede tampoco sucede si no es a través de nuestra interpretación.

El título de la pieza hace referencia a una vieja habanera muy popular en Cataluña desde comienzos del siglo XX, El meu avi va anar a Cuba, cuya primera estrofa reza: “El meu avi va anar a Cuba/A bordo del Catalá/El millor barco de guerra/De la flota de ultramar.” La narradora de la historia (pues una historia es, narrada a la par que vivida) afirma que la canción está llena de mentiras ya que nada coincide con lo que pasó a su abuelo que sí, se embarcó para Cuba, pero el barco no se llamaba el Català, sino el Monserrat, y no era de guerra, sino un mercante, y otros gazapos. Sin embargo, en realidad, si la canción no fue verdad, se debió a la intervención inesperada del capitán del mercante quien entrega al protagonista los reales necesarios por entonces para librarse del servicio militar, que solo hacían los pringaos. El abuelo embarcó en el Monserrat y no fue a la guerra, pero sí a Cuba. En realidad, a hacer las Américas, afición a la que se entregaban muchos en otros lugares de la Península desde antes de perder el continente pero que había estado sustancialmente vedada a los catalanes desde el inicio de la llamada “aventura de América”.

Con ese ambiguo comienzo arranca la reconstrucción de una historia verdadera en un relato dramático tan sencillo de seguir como refinado y exquisito en su misma estructura. Entre bromas y veras asistimos a un encadenamiento de episodios tan variados en sus contornos que volverían loco a Aristóteles, pues vivimos un periplo, un estructura colonial con sus discriminaciones raciales, una economía sobresaltada por una guerra de liberación que una administración metropolitana tan inútil como inhumana no consigue sofocar y al final, pierde y un desenlace cuyo ingenio corona el acierto de la obra. Trae esta efluvios de la mejor tradición dramática, desde el ánimo burlón de la commedia dell’arte clásica, a la crítica social y pedagogía de las piezas de Brecht. Una obra sobre el pasado y el presente de tres sociedades, la catalana, la cubana y la española a través de las vicisitudes de las personas concretas, las que viven como individuos los afanes de los pueblos.

Fuera cierta o no la canción, la obra transmite un estado de ánimo. Un sentimiento que se ha perpetuado de generación en generación con esa habanera. El sentimiento de la especial relación de Cataluña con la isla que se había intensificado con la prosperidad de la industria textil, llamada a proveer de paño a las tropas que iban a la inacabable guerra de Cuba en sus tres periodos y que también había tenido que ver con la trata de esclavos. Una guerra cuyo remoto recuerdo hecho de nostalgia y algo de ridículo no puede ocultar su carácter cruel y sangriento. Que se lo pregunten a Ciges Aparicio que la sufrió directamente y la dejó reflejada en el cuarto de los terribles Cuatro libros de su vida, al que llamó De la crueldad.

Aquel sentimiento especial venía siendo, en cierto modo, un sentir vicario. Cataluña, integrada en una España que jamás la entendió, así como a ninguna de sus otras partes componentes más o menos forzadas, creía participar en la relación de la vieja metrópoli con la colonia de ultramar, la “perla del Caribe”. En realidad este vínculo venía a reflejar, aunque era distinto, el que unió a España con el conjunto de América y, desde la independencia del continente, concentradamente con Cuba y Puerto Rico.

Porque la verdadera metrópoli de Cuba era Madrid, en donde se tomaban, como siempre, las decisiones políticas que luego afectaban a Cataluña sin que esta pudiera hacer valer su criterio. Las erróneas y autoritarias decisiones. Los planes de autonomía de la isla del general reusense Prim terminaron con su nunca esclarecido asesinato; la relación de España con Cuba siguió siendo de intransigencia contra todo sentido común visto el contexto geopolítico de la isla y los dos capitanes generales que se sucedieron al mando, Martínez Campos y Valeriano Weyler no hicieron sino enconar más los ánimos y encender las batallas de una guerra que no podrían ganar. Así cuando, presionado por todas partes, especialmente los Estados Unidos, el gobierno español aceptó ofrecer un plan de autonomía a la isla con la propuesta de una alianza de cubanos y españoles para combatir a los estadounidenses, los cubanos lo rechazaron, prefiriendo la alianza con los gringos.

El autoritarismo español llevó a una sucesión de guerras: la guerra “de los diez años”, o “guerra grande”, de 1868 a 1878, finalizada precariamente con la paz de Zanjón que firmó un exhausto poder español, debilitado por la simultánea tercera guerra carlista en la Península; la breve posterior, llamada “guerra chiquita” (de 1879 a 1880) y, por fin, la última, la definitiva, de 1895 a 1898, que desemboca en la hispanonorteamericana de ese mismo año. La guerra de la que habla la habanera y la obra.

Esa es ya otra dimensión. Ahora se cierra una historia de ida y vuelta. Cuba como un espejo oscuro. El 98 es una fecha trágica en la historia de España. Da nombre amargo a una generación de la que se supone que surgieron profundas cavilaciones sobre el llamado “desastre” que no deben haber sido tales por cuanto ese momento del 98 abre una crisis de la conciencia nacional española que esta no ha conseguido superar. Y no lo ha hecho porque la magnitud de la derrota confundió de tal modo a los vencidos que no fueron entonces –ni parecen serlo ahora- capaces de aquilatar todo su alcance.

Se dio sin más por perdidos los restos del imperio, según reza la leyenda, en una alegre tarde de toros. Los madrileños fueron a la fiesta y aquí no había pasado nada. Pero sí había pasado y muy hondo. Los primeros treinta años posteriores a la derrota solo vivieron convulsiones: gran conflictividad laboral, una dictadura militar, un república, una guerra civil y otra dictadura militar, esta de 40 años, que puso al país en el último tercio del siglo XX convencido de poder mirar al futuro, pues los problemas del pasado ya se habían resuelto.

De nuevo una quimera. El imperio desmoronándose no podía resucitarse a sí mismo como una nación moderna porque no lo era. El franquismo hizo un uso casi patológico del simbolismo nacional español pero solo consiguió desprestigiarlo al identificarlo desde el principio con las viejas glorias imperiales, de cuya huera retórica estuvo viviendo en medio del hambre y la miseria la dictadura sus primeros 25 años. Posteriormente, cuando las contingencias del desarrollo económico permitieron la modernización del país y se trató de postular una nación avanzada en el espíritu del desarrollismo (el mismo Fraga teorizaba sobre la modernización y la extrema derecha se había hecho tecnocrática) ya era tarde.

Con el fin del imperio en la guerra de Cuba no solo se convulsionó el hasta entonces aletargado sistema de la IIª Restauración heredero del valleinclanesco reinado de Isabel II con sus espadones, sus escándalos, sus intrigas, sus guerras interiores y sus absurdas aventuras imperiales ultramarinas (en América y Asia) y africanas, sino que también se estremeció la estructura misma de España con la aceleración del nacionalismo catalán. Desde entonces, toda la historia del país aparece recorrida por un hilo de conflicto a veces manifiesto, a veces soterrado, entre la España centralista y la aspiración nacional del viejo principado. El meu avi va anar a Cuba es una reflexión y una metáfora de esa peripecia catalana en ritmo cubano. La narradora es la nieta cubana de aquel Lluís inmigrante en el Montserrat que tenía la costumbre de mantener un minucioso y sumamente realista diario gracias al cual la nieta reconstruye la historia del abuelo, que le da la clave de su propia vida, pues ella había sido educada como catalana en la isla independiente.

Ahí es donde está el bucle de la historia. La nieta que regresa a Cataluña con la vida del abuelo en forma de libro para descubrir aun otro dato biográfico que revela el ingenio de Vilarós, llega a una Cataluña como la que despidió a su abuelo, parte de un imperio en el que había flota de ultramar. Ahora ya no hay ultramar, palabra mágica. Ahora, aquella parte del imperio que llegó a sentirse en cierto modo metrópoli sin serlo, quiere serlo.

En España ha sido siempre popular el dicho de “más se perdió en Cuba”, cuando se trata de consolar a alguien por algún contratiempo o desgracia. Si, a ejemplo de la metáfora de la obra, Cataluña sigue el destino de Cuba, convendrá, a fuer de realistas, cambiar el signo del dicho y convertirlo en “menos se perdió en Cuba”.