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dimarts, 18 de juny del 2013

España cañí.


Subiéronse a un tren más rápido que el viento algunas autoridades del gobierno y el Estado. El vehículo lleva un acrónimo metafórico, AVE. Y algo de Ave Fénix tiene porque parece resurgir de sus cenizas burocráticas, hechas de planes desmayados, inversiones paralizadas, obras aplazadas. Vuela de nuevo el AVE. Llevaba al Príncipe, a Rajoy y dos ministros, de esos tan altamente valorados por la opinión pública. Hizo parada en Albacete para recoger a Cospedal y otra en Villena para incorporar a Fabra, con lo ya estaban los barandas de los territorios. Faltaba Ignacio González, el de Madrid, como también faltaba la alcaldesa Botella, pero eso es algo menor. Para la derecha, estando el presidente del gobierno, las otras autoridades no cuentan.

El AVE llegó con adelanto a Alicante. España ya no será el país de los retrasos; ahora será también el de los adelantos. Allí esperaba una representativa muestra de políticos locales, imputados por una alegre batería de delitos. Una fiesta a la sombra de los barrotes de una reja. Como en una peli de los Comedy Capers, Rajoy hizo todo lo posible por no encontrarse con la alcaldesa de Alicante, imputada en un caso de corrupción. No pudo evitar la foto, pero los contaminados estaban en los extremos. Bastante rollo había con el escrache a las puertas del solemne acto, que los pitos se oían mientras hablaba el Príncipe y hasta estalló un petardo. Para que encima, Rajoy, que ya tiene lo suyo con los sobresueldos y otras bicocas de la Gürtel, como viajes pagos, se viera del ganchete con una señora que parece predestinada al banquillo.

¡Qué ganas tiene el personal de amargar los momentos dulces de la vida! Escraches, malas caras, saludos "gélidos" (dice la prensa), esquinazos. Cuando el presidente llevaba un discurso de hombre de Estado y líder visionario. Lo tuiteaba La Moncloa a las cuatro de la tarde, al menos lo que se supone será el trozo que pasará a la historia: Este nuevo AVE nos ha de hacer ver que somos más que capaces de salir adelante. Somos un gran país a la altura de sus obras. La retórica de Rajoy en su más pura esencia. Rajoy crecido, haciéndonos ver a través del AVE que somos "más que capaces" de algo, lo que no está mal en punto a optimismo cuando la interrogante es si somos capaces a secas. ¿Cómo no? Exclama Rajoy cuando somos un gran país. Es una variante de su expresión favorita, tomada del título de un libro de Mayor Oreja, somos una gran nación. Es un hablar invocativo: se invoca la gran nación como el que invoca las legiones angélicas, y la invocación no hace aquella más real que estas.

Lo de la altura del país y sus obras no sé yo si el presidente no lo ha dicho al revés. Para cualquiera el sentido lógico de la propuesta es que sean las obras las que estén a la altura del país y no al revés. Pero el hombre se pone nervioso, ya se sabe, o quizá no alcance a leer su letra. Además, caramba, debe de estar emocionado al inaugurar una gran obra. Uno pensaría que, a fuer de católico, Rajoy no sucumbiría a la fascinación de las obras pues, para él la salvación solo viene de la fe y la gracia (lo cual casa mejor con su indolente carácter), pero eso sería no calibrar la importancia del concepto de obra en la mentalidad de la derecha española. Obra de Dios se llama su secta más conocida y la obra sirvió en último término para legitimar la dictadura de Franco. Fue uno de sus ministros, el también gallego Gonzalo Fernández de la Mora, quien elaboró la doctrina del Estado de obras. No había lugar a cuestionar la legitimidad de aquel régimen inicuo que se justificaba por sus obras, así como para los jesuitas el fin justifica los medios. Al contrario que en la teología.

Las dimensiones del asunto se observan al echar una rápida ojeada al estado general de las restantes obras públicas y que Diario.es ha recogido en un florilegio de despilfarros, abandonos, corruptelas : Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia. Deudas del organismo público con la banca: 417 millones de euros.- Ciudad de la Cultura de Galicia. Presupuesto: 300 millones. Ciudad de la Justicia de Madrid. Proyecto cancelado, presupuesto original: 500 millones. Ciudad del Circo en Alcorcón. Sin acabar, 120 millones gastados. Caja Mágica de Madrid. 290 millones de presupuesto, uso actual: dos semanas al año. Autopistas radiales de Madrid. Deudas: 3.500 millones. Cúpula de la Energía, Soria. Proyecto cancelado, inversión realizada: 52 millones. Palma Arena en Mallorca. Presupuesto inicial: 48 millones, final: 110 millones. Aeropuerto de Castellón. Presupuesto: 151 millones. Número de vuelos: cero.

Un desastre. Un país casi en almoneda en el que es posible viajar a trescientos kilómetros por hora entre una ruina y un proyecto sin acabar o entre una ciudad desierta y un aeropuerto fantasma. Y eso si no se pregunta su opinión a los catalanes que ven cómo Madrid ya ha llevado el AVE a su puerto pero el corredor del Mediterráneo sigue esperando. Esta en principio leve discrepancia encierra dos concepciones diametralmente opuestas de España como red. Todos quieren pensar en términos reticulares para ser modernos. Pero, mientras los nacionalistas catalanes piensan en una red distribuida (no meramente descentralizada) la derecha gobernante piensa en una red centralizada. ¿No hay un AVE de Madrid a Barcelona? ¿Qué más quieren los catalanes? ¿No pasar por Madrid para ir a Pamplona? ¡Qué pruritos localistas!. 

Por cierto, el presupuesto de este tramo del AVE inaugurado ha sido de unos 1.900 millones de euros, de los que 320 proceden de la Unión Europea. Gran país, ciertamente, que vive subvencionado.